jueves, 19 de junio de 2014



Se acabó, un día contaremos que durante cuatro años lo ganamos todo: dos eurocopas y un mundial. Que había un grupo de jugadores que tocaban y tocaban y de repente iban ganando y acababan los partidos en el área rival. Que acabaron con el gafe de cuartos, con las dudas de si los buenos corrían o no, con la supuesta furia que ocultaba las carencias técnicas. Tuvimos al mejor equipo del mundo y uno de los mejores de la historia, comparable a la Hungría del 54, el Brasil de Garrincha o la Holanda de Cruyff y el Ajax.

El 10 de junio de 2008 España golea 4-1 a Rusia, nadie, yo menos, confiaba ni en aquel equipo ni en Luis Aragonés, luego llegó el penalti de Cesc, cuando era capitán del Arsenal, contra Italia,
aquella semifinal que parecía imposible ganarle a Arshavin, el gol de Torres y el toque contra Alemania.

Y luego la derrota contra Suiza dos años después, los nervios contra Chile, el miedo a caer en cuartos contra Paraguay, el gol de Puyol y Xavi contra Alemania, Iniesta y el éxtasis contra Holanda.

Y la eurocopa que vi entre lágrimas hace dos años y en la que el dolor apenas me dejaba disfrutar: los cuartos que ya no eran un drama, los penaltis de Portugal y la última clase magistral de Xavi en la goleada contra Italia. El partido que realmente fue el final de una obra y no lo supimos ver: 1 de julio de 2012.

¿Qué ha sucedido? Que un tiempo acabó y no lo vimos, que muchos de los grandísimos jugadores que formaban el núcleo del equipo están en el final de su carrera: Xavi que era el ideólogo, Iker, el capitán, Puyol el amigo de todos y un líder, Xabi que manejaba los tiempos, Villa que era un goleador mítico y el gran jugador con la carrera menos valorada que yo he visto. La columna central se la llevó el tiempo y Del Bosque, que quizá tampoco sea el mismo, no lo supo ver. Yo tampoco, ni los medios, ni la mayoría de los aficionados. Ayer decía en twitter que lo normal es la derrota, lo normal es que las victorias sean excepcionales y las derrotas continuas. Cuando pase el tiempo y rara vez ganemos veremos lo que este equipo nos ha dado.

Decía Camus que había aprendido de ética jugando al fútbol. Puedes ser un ceporro delante de la Academia de Rafael y puedes ser inteligente y sensible viendo un partido. (Un amigo me contó la otra noche que había leído “La montaña mágica” viendo partidos de segunda, tampoco es necesario eso). Es la mirada la que define lo que ves: pensaba que Camus, Galeano, Hornby o Vázquez Montalbán lo habían dejado suficientemente claro y no. En este país que sólo ofrece como solución razonable la emigración, la huida, hay que justificar obviedades en cada conversación. Hay que ser burro para despistarse de hacer la revolución, o un cocido, porque haya un mundial. Podríamos aprovechar la eliminación, o la coronación esa de la que tanto se habla, para hacer un barbecho de tonterías: el que pueda que piense antes de hablar o escribir.

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