Tienen aparcada la autocaravana de una forma un tanto extraña: tapando el lago que hay detrás con el vehículo. Una pareja, los sesenta bien cumplidos por ambos, un perro atado a un poste con una cuerda larga junto a ellos, con su bebedero limpio y lleno de agua y un comedero idéntico con pienso. Me acerco a pedirles un conector para la manguera del agua, ese área de ACs tiene un sistema en el grifo que no había visto antes. Se levanta y veo que tiene las piernas arqueadas totalmente: un ex futbolista. Me hago entender entre español e inglés. Sí, tiene el conector apropiado, un doble macho, se vuelve a la auto, abre la puerta y veo un póster antiguo pegado dentro: el Saint Etienne del 76. Uno de los primeros recuerdos que tengo de fútbol. Vuelve a salir, rodea la auto y coge de una puerta trasera el conector. Me acompaña hasta la zona de carga de agua bamboleándose con las piernas extremadamente arqueadas y una notable cojera en la zurda. Me vuelvo y junto a su mujer, muy francesa, con la cara maquillada con sobriedad, vestida con elegancia pero con ropa que en España sólo llevaría una mujer mucho más joven, hay un gato enorme con muchísimo pelo y unos ojos gigantes. Maúlla en voz alta, quejándose de la lejanía del dueño. El ex-futbolista me acompaña hasta la auto, ve como conecto correctamente la manguera, se espera, poco esperanzado sobre mi habilidad con el pago francés, a que empiece a brotar el agua y regresa lentamente, como si le doliera la pierna, hasta la silla junto a su mujer, su gato y el perro que, alegre, parece no enterarse de algo. Pienso en el partido de la final que perdió el Saint-Etienne, en los tiros al palo, en los postes cuadrados. Me gustaría preguntarle que porqué tiene el póster, que porqué cojea. No sé francés y él no me ha demostrado, más allá de darme el conector correcto, que conociera el español. Acabo de llenar el depósito, me dicen algo desde dentro de nuestra auto y vuelvo a devolverles el enganche. El hombre está sentado de espaldas a mi, se levanta, amable, le doy las gracias y veo un balón de fútbol colgado en el retrovisor interior.
-¿Fútbol? -le pregunto señalando el balón.
- No, no…

Le cambió la cara, cogió el conector, me dijo adiós y se escondió para guardarlo. La mujer me miró seria y con la cara congelada, el gato, con desprecio e incluso el perro pareció parar en sus juegos para lamentarse. Me quedé parado y me volví lentamente, miré el balón colgado en el retrovisor y me monté en nuestra autocaravana. Arranqué y los volví a mirar: todos de espaldas al lago, ocultando la belleza y lejos de la vista del resto del mundo.



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