SEMANA 4, MARTES 9.
«El murciélago y el capital», llego a la parte final y me da la pereza que me dan tantos libros y discursos de las izquierdas. Queremos que el mundo se arregle porque si vemos muy clara la solución nos creemos que va a caer por su propio peso y no. La gente que manda no está en ver qué cae por su propio peso, está en el beneficio a corto plazo y en lograr su seguridad fuera del sistema público de seguridad, lo que incluye sanidad, riqueza y educación privada. A finales de los 80, en la asignatura de antropología, me aseguraron que quedaba petróleo para 20 años, ¿o eran 15?. Mi C3 sigue siendo de gasolina. Tan absurdo es pensar que el futuro va estar plagado de asambleas igualitarias y unicornios azules como de pantallas con reconocimiento facial y maderos toxicómanos. Hay un factor impredecible en las previsiones sobre el clima y la Historia. Y el libro ha sido muy interesante porque explica muy bien cómo se producen las pandemias y porqué y cómo el calentamiento global nos está ya afectando en nuestra vida diaria. Y no sólo por el puto covid.
Tenemos que dejar de comer carne de vaca. Por lo menos de vaca.
No votar partidos fascistas y no comprar en Voldemort también ayudaría, pero de otra forma.
He visto a un hombre con un husky a lo lejos y he girado a la izquierda, luego he subido por la loma pero no he sido capaz de llegar a la parte alta. Me pesan las piernas pero, tal vez, menos que ayer. Milan me mira desde lejos y espera.
Las pesadillas han vuelto esta noche. Pero no recuerdo qué pasaba. La pauta era la misma que en los demás días: un pequeño problema para el que no tengo solución o fuerzas para solucionarlo. Deberían pagarle más al puto guionista. No había gallinas en jaulas de madera.
Oigo a Bartoli. No sé hablar sobre música. Vuelvo a Sharon Olds: «Pero nadie podía ayudarte: ese era el sentido del infierno». Esta enfermedad ha sido un trailer de la vejez. Y no me ha gustado. Depender de los demás, no tener fuerzas, olvidarte de los días, las conversaciones, las lecturas, depender de los demás, tener que pedir, no ser capaz. Entiendo más ahora sobre esto que antes de estar enfermo: pero sigue sin gustarme. Hay que pensar en qué pasara cuando la leña esté demasiado lejos de la chimenea, pese demasiado, esté demasiado húmeda. Qué hacer.
El romero ha florecido. Esta planta es hija de otra planta de otra casa y otra vida. J. me decía que ahí, en la jardinera que daba al noreste, no iba a ir bien y la planta crecía y crecía. Bromeaba con él sobre cómo crecía. Nunca floreció. Llevaba razón como tantas veces. Recuerdo a los muertos y ya no tiene remedio: no puedes decirles que deberías haberlos oído más, que llevaban razón, que no sabes nada.
La poesía sirve aunque no hable de nosotros.
«Si hubieran necesitado alguien que se sumergiera
en ti, para buscar tu alma,
[...]
si hubiera habido una tarea para hacer yo la hubiera hecho.»
Empieza a llover cuando vuelvo a casa. Milan se esconde bajo la ropa tendida. Unos chavales hablan a voces junto a las ventanas.