Día 1. Neoliberalismo
Tenía que empezar así, sin complejos que diría algún padre maltratador de la patria. El fútbol siempre es una metáfora y qué mejor metáfora para describir el tiempo de mierda que nos ha tocado vivir que un partido como el de hoy. Protestas en las calles: ni en Brasil soportan ya la estupidez que supone gastar miles de millones en una fiesta para que en los palcos los dirigentes que nos destrozan las vidas y empobrecen nuestros países parezcan campechanos. Hace nada estuvo a punto de tocarnos en desgracia una olimpiada. ¿Os imagináis a nuestra casta celebrando unos JJOO? ¿Nuestros queridos constructores haciendo a su antojo infraestructuras? Los brasileños tienen peor suerte, les ha tocado organizar dos eventos seguidos. Pobres.
Brasil juega como el Madrid de Mou o como cualquier equipo de Caparrós. (Lo cual no está mal si eres el Granada, pero sí si eres Brasil). Pone a dos buenos, de los que parece sospechar, Oscar y Neymar, y nueve que corren mucho y sincronizadamente. Serían felices si pudieran hacer coreografías, Felipao entraría en extasis. Oscar entiende mejor el juego, Neymar es el típico jugador moderno, (como Cristiano o Bale), que queda estupendo en los resúmenes del telediario, su aportación es decisiva pero tiene que ver más con los goles que con el juego. Marcelo no acaba de lograr ese nivel fantástico que tiene a veces y Alves parece que ya no es. (Salvo para hacer faltas importantes y que no las piten, hoy tiró al delantero croata cuando se iba sólo, nada).
Croacia aprovechó un error y luego se defendió sin problemas. Hasta que apareció la Fifa. No me gusta hablar de árbitros, siempre hago como si no existieran, es pura salud mental. Pero claro, si esperas que llueva porque hay nubes negras y acaba lloviendo… A pesar del penalti, Croacia se rehizo, (vaya par de mediocentros tiene), y tuvo el empate un par de veces. No pudo ser. La crisis se ha acabado, los Mundiales generan riqueza y los árbitros se equivocan a favor de quien conviene siempre por pura casualidad. Neoliberalismo en estado puro.
Los aficionados somos tan buena gente que sólo queremos que nos dejen creer. Que no ensucien el juego que recordamos de patios, campos y recreos, que no destrocen la verosimilitud de la historia. De mayor, realmente, quiero seguir siendo ingenuo.
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