domingo, 2 de julio de 2023


Pienso en las escaleras de Wittgenstein y en cómo el conocimiento no sirve frente a la rotura, frente al dolor. Leo a Gamoneda y no logro captar el sentido. “Ayer contemplé el mar. No tengo miedo ni esperanza”. Pero la pena no la menciona. ¿Tendría pena?

Junio. Le recomiento Heinrich Böll a una clienta que busca libros sobre el holocausto y los nazis. Pongo un tuit y tiene muchas respuestas y me llegan seguidores. Böll es uno de los grandes autores de mi juventud. Uno de los que me ayudó a conformar un gusto literario y una visión del mundo. Con Pavese, Kundera y Hemingway y algunos más. Y antes, Baroja y Galdós. “Opiniones de un payaso” pero también, y sobre todo, “Retrato de grupo con señora” y “Billar a las nueve y media”. Éste último intenté releerlo en el 18 y lo dejé. No era el año, no era el momento. Un señor de 90 años está leyendo a Parménides y me va a regalar sus libros. Le regalo yo “Madrid de corte a checa”. Una señora es bióloga y tiene una gran biblioteca sobre jardines y flora de Granada. (Al final no la compré, lástima no tener más espacio, más capacidad para poner más cosas a la venta). Quiero leer sobre Freud. Me faltan horas de librería, de trabajo. Pero vuelve a ser rentable. La feria ha sido como una segunda campaña de navidad. O quizás no, vista con el tiempo. Viene Javier Rodrigo, está investigando sobre la España Musulmana. Vive en Camboya. Me cuenta mil atrocidades. Tiene dos libros: una novela sobre el genocidio en Camboya y un ensayo sobre “El capital” de Piketty. Habla de Primo Levi, en Camboya los supervivientes le dijeron lo mismo que decía él: los mejores no sobrevivieron, tienes que permitir alguna indignidad, de la que te avergonzarás luego. No sé qué pensar. Debería leer a Primo Levi. Quedamos en ver si es posible hacer una presentación en la librería aprovechando que está en Granada. Desconfío de las presentaciones salvo cuando el autor o la autora son cercanos a la librería por amistad o por público objetivo. Forman parte del nuevo circo cultural y significa que muchas veces trabajamos sin cobrar, que vamos a una presentación, a una charla y no hay contrapartida económica para los que están trabajando. Hay que hacer presentaciones de los libros cuando acaban de salir y en ambientes propicios. Como los mítines políticos, son actos que sólo pueden ser exitosos.




Febrero del 23. Trabajo por la mañana hasta tarde en la librería, llego a casa y descanso. Leo compulsivamente, toda la tarde, el libro de Oneto sobre el 23F, completando un relato que más o menos conozco. Lo leo como la versión oficial del régimen. Me da pereza pero volvería a leer ahora el de Cercas. Juan Carlos como el héroe que nos salvó. El amigo traidor que prepara un golpe de estado y que dice que el rey se ha metido en cosas de militares. Ni una mención a los servicios secretos, a los yanquis, a la oligarquía, a la trama civil. Pero cuenta que todos actuaban en nombre del rey, que había un gobierno previsto para ponerse bajo el mando de Armada. Cuenta muchas más cosas de las que parece. Instalo un hub usb en el ordenador del escritorio y todo funciona bien bajo Linux Mint. Ceno muy tarde, entro en redes y veo otra barbaridad sobre la ministra de Igualdad del Reino de España. Todo lo que le hacen a ella demuestra lo necesario que es el ministerio que dirige. Estos días he oído a Remedios Amaya, enorme cantaora, que cuando fue a Eurovisión no me gustaba. La oigo mientras escribo. No tengo el oído hecho al flamenco. Tengo que oírlo más. Ay, El Cabrero, ojalá haberlo descubierto con quince años. En la transición nos convencieron de que Remedios Amaya era una cateta, porque era gitana y andaluza. Esto forma parte del mismo plan, del mismo mundo, que la honradez del Borbón y de Felipe. Pensar que lo andaluz era el retraso (como lo rural, el campo y la naturaleza, pero eso es otro tema). Lo bueno era hablar bien, como en Madrid; porque nosotros teníamos acento y hablábamos mal. A eso le sumamos que me crié en una familia de emigrantes, con los problemas de los emigrantes, que nunca se pensó como emigrantes. Que porqué banco a ocho equipos de fútbol de varias comunidades. Porqué.


Tw, 2 jun. 2022: “No necesitamos solidaridad generacional, necesitamos impuestos justos y progresivos y salarios decentes y contratos indefinidos. Dejad a las abuelas en paz y empezad a hablar de legislación e inspección laboral y políticas fiscales.”


Junio. Tarde de lectura y café en nuestra nueva cafetería favorita para las tardes en San Juan de Dios. M. con el vestido que llevaba en una foto que le hice en Toledo, guapísima. Cenamos ensaladilla de gambas en el Puesto 43. Damos un paseo por la Granada de noche que tan poco visitamos y hago fotos en blanco y negro con el móvil que luego no me gustarán. M. se ríe. En Puerta Real, frente a la fuente, tomamos un helado y un gofre. Empiezo un libro sobre Freud y es entretenido y claro. Lo dejé y no lo he vuelto a coger. Pero está en la lista de lecturas del 23.


Sábado, vamos a Valdepeñas. Qué fácil es todo cuando todo va bien. Cocacola en una terraza en el restaurante que hay debajo del piso en el que vivía M. el año pasado. En estas calles fuimos felices en unos momentos trágicos. Un verderón se posa en un cable de las farolas dando un concierto de canto, alegría, belleza. ¿Será un canto para ligar? Oh, el amor. Es mi diario, puedo ser todo lo cursi que quiera. Le cuento a la camarera que había un verderón en la farola. Me mira como se mira a los excéntricos simpáticos. Me he comprado dos camisetas entalladas y un pantalón estrecho. Autoestima. Leo a Heinrich Böll y me quedo a comer en el mismo restaurante del verderón, la camarera y la cocacola. Böll me impacta cuando cuenta que sabe que no es tan valiente como para desertar. Ha visto a los que vuelven sonados, destrozados, de las cárceles y sabe que no es capaz de enfrentarse con eso. En plena dictadura intenta vivir y aprender: leer, comprar libros. Como Nico Rost en Dachau. Pienso en cuándo acabará este diario, ¿cuando M. se vaya a India o donde se vaya? ¿cómo redactar todo lo anterior desde setiembre del 19? El diario tiene otro problema para los escritores no profesionales: ocupa mucho tiempo. Tiempo que no dedicas a lo que estás escribiendo antes. En mi caso, el libro de cuentos que nunca logro acabar. Cuando acabe esto. O no. Voy a imprimir “Espera” y voy a intentar seguir la historia ahora, en febrero del 23. Los cambios en mi vida, también en mi vida con M., afectan a los tiempos del diario, a cuándo acaba, cuándo empieza, qué significa el construir un jardín, una casa, y lo que sucede mientras se construyen. La historia personal es lo no relevante en el texto, porque el diario tendrá interés si cuenta lo externo, la mirada hacia fuera; pero, a la vez, lo personal marca el texto. Me interesa entender esa relación. Me interesaría entenderlo.


Oigo a Smetana en vinilo. Nadal gana Roland Garros. El rey chupa cámara. Ahora, en febrero, acabo el libro del 23F de Oneto. Bien escrito, con la profesionalidad de años de oficio, se lee muy rápido y nos cuenta el relato oficial. En las conversaciones del final, transcritas, apenas se habla del rey: el ejército que no se ha atrevido a levantarse, los españoles que no defienden su patria. El rey, un héroe. Pero un héroe en el que no se recrea, ni en Sabino o Suárez, que cada vez me aparecen más como personajes que sí creían en la democracia. Leo el capítulo de Grimaldos sobre el 23F y llego a odiar mucho a USA después de leerlo. Pero Grimaldos no entra de lleno en el 23F, no sé si en algún otro libro pero no en los dos que tengo en casa. Hace bastante frío y me alegro de haber tapado el ficus, que se puso enorme este verano, con una sábana vieja. Las dos damas de noche se han secado con las heladas, espero que superficialmente. Nadal gana Roland Garros y nosotros volvemos de Valdepeñas, en junio, oyendo el podcast de “Gabinete de curiosidades” en la autocaravana. (Bruce Chatwin, el efecto perspectiva, los Moleskine y los otros cuadernos). ¿Cómo ganan dinero con los podcast? Están los libros, pero este trabajo —con enorme calidad— requiere profesionalidad. No recuerdo la carretera, supongo que no necesita más atención que la que le he prestado. Me fascina cómo la mente puede desdoblarse y conducir en segundo plano. Linux Mint me permite dejar toda la pantalla para el texto, sin absolutamente nada más. Me ayuda y me gusta escribir así. El rato que veo a Nadal siento que está haciendo sufrir a su rival todo el tiempo. Djokovic jugará mejor y Federer te ganará con belleza. Nadal sólo quiere aniquilarte y pisotear tu puta tumba.


Hace calor casi de noche. Voy a salir al jardín ahora, tarde. Tengo que limpiar el huerto como prioridad absoluta. Tal vez poner bien algunos riegos. Me gustaría tener tiempo para estudiar cada planta y saber qué necesitan y retenerlo bien en la memoria. Y hacer un herbario de la casa me ayudaría con esto. El 26 de mayo compré albahaca y perejil y todavía no las he plantado. La falta de tiempo es un pensamiento recurrente, no sólo mío, si no de mucha gente alrededor. Debería de actuar en dos sentidos: tener menos cosas pero simplificarlas. Y hacer las más importantes y las que más deseo. También sé que es una cuestión política. La pérdida de tiempo que supone el móvil a diario. La necesidad de ser productivos: de hacer cosas que nos inculcan y nos hacen sentir mal cuando no hacemos nada. Veo en la libreta, en el diario, una nota para el cuento de “El pueblo”. Toda la gente que sabe que va a morir se tumba en sitios y se queda ahí, como yo quería quedarme el primer día que tuve el Covid: tumbarme y descansar donde fuera. Quiero escribir esa historia que lleva años rondándome.






Hablo con un cliente en la librería, me cuenta que es E. O., que fue presidente de la asociación de empresarios y cómo fueron los juicios por el Nevada. Depresión de ciudad, de Andalucía, de capitalismo.


M. se va a Pune.


Tw: “Me ha pedido una mujer que le recomiende libros de poesía y qué bien me he visto: Olds, Glück, Lorde, Simic, Mary Oliver y Amalia Bautista y Rafael Juárez. Se ha llevado a Sharon, pero es que es mi favorita y se nota.”


Marzo del 23. La primavera se atisba, algunos días, en los brotes de los granados, en la higuera que verdea, en las parras que prometen. No escribo aquí desde hace un mes. He viajado, a Pune, a Nantes. A ver a personas que quiero. Y que quiero ver. Viajar es sinónimo de vivir bien, de tener dinero, un lujo: lo contrario es lo que yo hago. Viajo porque necesito viajar para sobrevivir. Hago malabares con los ahorros, con la tarjeta de cŕedito. Y no viajaría si no tuviera que viajar. O no viajaría así. Qué bonita es Nantes y qué interesante es Pune. Es tarde, he abandonado la lectura de “La broma infinita” y siento alivio y pena. Es tarde, he trabajado unas diez horas y no puedo seguir escribiendo porque me puede el sueño. Es tarde, pero si no volvía a este texto hoy, igual no volvía en toda la semana. Y quería volver. Viernes tarde, planeo un fin de semana encerrado, escribiendo y leyendo y viendo fútbol. Saldré a ver al Granada y a comprar lo imprescindible. Leo a Mary Oliver y a May Sarton un rato en el patio, aprovechando esa media tarde en la que todavía no hace frío y ya se siente la primavera. Meriendo café con leche y tostadas con mantequilla y mermelada. Las gatas y Milan me rondan y el patio es destartalado y acogedor. Vienen Sf. y A. que se van con los scouts. Empieza a refrescar y vuelvo al ordenador.


Junio: M. se va a Pune. Es martes, son las siete de la tarde, me llama y me cuenta que ha recibido la confirmación por email. Finaliza un ciclo que empezó en setiembre del 19. El proyecto literario del “Diario de un patio andaluz” también debería finalizar aquí, o quizás, como era la primera intención, a finales del 22. O cuando acabe de escribir ese año, esos años. Tengo que buscar los cuadernos y ordenarlos y volver sobre mis redes para ver los textos que escribí. Un diario sobre cómo escribir un diario, un diario sobre un diario en redes. Escribo sobre el diario porque estoy en shock. Siento una pereza infinita hacia la vida en general. Cansancio, mucho cansancio. La horrible sensación de volver a tener que construir una forma de vida diferente, pero sin fuerzas. Me atan a esta tierra las niñas, el Pequeño y el jardín, más que la librería. La casa, el patio, el jardín, en cierto sentido, por el interés de ver cómo va cuajando lo que imaginé. Vuelve E. O. a la librería. Un señor mayor muy amable, vestido con ropa cara, encantado de que el librero le preste la atención que merece. Amigo de Arturo Moya, busca un libro de él; fue diputado en la transición, lo recuerdo, me crié leyendo el Ideal. Me cuenta cosas sobre los primeros tiempos de Internet. Recuerdo la conferencia que dio el dueño de la web que vendía artículos de montaña desde los Pirineos hace mil años (¿Barrabés?). Otras jornadas a las que fui con M. H. y F. C. en las que nos hablaron de una nueva red que iba a ser importante: Twitter. Aquel marketplace que iba a unir las tiendas de Granada. Todos aquellos proyectos vendían buenas intenciones y hubo gente —los organizadores— que ganaron mucho dinero. Iba a escribir que eran proyectos básicamente ingenuos pero no estoy tan seguro. Le vuelvo a hablar del Nevada y me dice que hubo un momento en el que tuvieron que parar (la Cámara de Comercio) porque el riesgo de perder las costas de los juicios y las posteriores indemnizaciones era demasiado alto. Una reunión en la que le aparecen con una lista de los comerciantes de Granada (los mismos que le pedían que apretara y siguiera) que habían pedido un local para estar en el Nevada. Qué interesante todo lo que cuenta. Critica a los políticos de ahora por peseteros. (Él estuvo en la UCD). Toda la casa vacía para mí. Todo el tiempo y toda la soledad. Vivir en videollamadas. Vivir solo. Disfrutar solo. Ser más autónomo en ciertos sentidos.


Salva me trae un moral a la tienda, de los que no tienen pinchos. ¿Será transgénico? Me da igual. Lo voy a poner en el huerto, en la línea que separa el espacio del huerto de la terraza para intentar formar una pared verde que difumine la luz, el reflejo del sol por la mañana, el sol por la tarde, en verano. Que corte el espacio, que llegue al emparrado. Tengo que comprar un rosal iceberg para ponerlo junto al moral.


Tw, 10 jun. 2022: “Hicieron el Nevada para concentrar en un sitio y unas pocas manos el comercio. Les salió bien su política, querían que unos pocos fueran más ricos y lo han logrado. PPSOE, Tomás Olivo, empezad a buscar por ahí y no por la subida puntual de precios.”

En un par de generaciones no habrá librerías ni tiendas de discos, ni pequeño comercio. Un éxito del realismo capitalista: podremos comprar en el Nevada un domingo por la tarde.”


Panonia por la tarde, después del dentista, con la cara dormida por la anestesia y con mucho sueño. Me cuesta saborear el café que es excelente, como siempre. Imagino el día a día con M. en la India y siento pena. Pena cotidiana. Llegar a casa un lunes por la noche y no ver Treme. Pasear con Milan por nuestro olivar en soledad. No ir a cafeterías a leer y escribir juntos. No hablar de literatura o hablar por videollamada. No poder ir rápido a buscarla para compartir un pasaje genial, un verso perfecto, un hallazgo de una idea, una escena. No poder tocarnos. No tener los abrazos que son casa y refugio. Todo esto va a estar tan lejos, vamos a tener tan poco tiempo. En el semáforo de Arabial pienso que los niños y el jardín te atan a la tierra, te sujetan a la vida. Pero el amor le da sentido, el sentido del día a día. Creo que he perdido la primavera en el arriate por la avería en el riego. Nada ha crecido como debiera. El jazmín lo que tiene es falta de humedad y las parras también. Tengo una presentación en la librería a las 19:00. Iba a recoger las cajas para la mudanza de M. y me ha dado pena. No las he cogido. Otro día lo haré.


Leo a Momeñe, su “Curso de fotografía para jóvenes”. La fotografía es lo único importante y no tiene que dar cuentas a la realidad. En literatura es y no es así. Hay un componente estético pero también político y ético, de interés y conocimiento. ¿Lo hay en la fotografía? Habría que distinguir también entre libros y literatura. El enfoque en la fotografía es la precisión en el texto. El oficio no debe fallar. “Una fotografía es lo que ocurre en ella”. Y un texto, también.


He leído pocos diarios: Pavese, Marsé, Anäis Nin hace años. No recuerdo más. Sí he leído muchos diarios novelados sobre nature writing. Debería leer algunos más. Busco “diario” en la web del distribuidor, de Azeta. Ana Franck, libros infantiles y una libreta con pretensiones de libro para regalar en cumpleaños de colegio concertado o de la España de las piscinas. Aparecen Juan Ramón Jiménez y Carlos Fuentes sobre Frida. Bestsellers y autoayuda. Qué pereza. Voy con “diarios”. Mucho más interesante. Supongo que hay una categoría para diarios porque aparecen muchos que no tienen la palabra en el título pero están bien indexados. Virginia, Pizarnick, Agota Kristoff, Chirbes, algún bestseller patrio que no sé qué pinta en el listado. No me apetecen. Creo que es porque lo que me gusta leer son falsos diarios como los de May Sarton. ¿Por qué falsos? Porque da igual que sean ciertos en cuanto a la realidad; su valor, su interés está en lo que cuenta y en cómo lo cuenta. En la calidad del texto. Oigo a Caballé. Qué grande era y qué maravillosos son sus vinilos. La mayoría de las presentaciones de libros son un sinsentido comercial y rompen la rutina de trabajo y dan más trabajo.


Cambio y arreglo los goteros del riego mientras el Pequeño arregla macetas que hay que trasplantar. La alocasia, el enebro y algunas más. Las horas en el patio vuelan y con compañía más, quizás. Pequeño se para a mirar cada animal, cada insecto. Me pongo nervioso e inmediatamente me doy cuenta de que el equivocado soy yo. Fíjate en esa araña que hay ahí. No la había visto y él sí. Unos tres milímetros de cosa extraterrestre en los hilos de la planta que pusimos porque sus flores atraen a las mariposas, la lantana. En la mesa vieja que rescatamos de la casa al llegar, que está junto a la falsa puerta, colocamos todos los bonsais con un gotero cada uno. Espero que aguanten ahí. Quizás haya demasiado sol por la tarde en ese sitio.


Viene José Tito a la librería. Encargo “El jardín hispanomusulmán” en Azeta, para mí. Nunca acabo de ponerme con ese libro y no sé si esta vez llegará. Él cuidaba el jardín botánico. Me cuenta cómo se distorsionaba y mentía sobre los jardines hispano musulmanes. Me quedo con muchas ganas de más. De oírlo, de aprender, de conversar. Me llega al escritorio el olor a incienso. Esta mañana ha estado la ventana abierta y la planta está en todo su esplendor. Ahora, en marzo, necesita una poda, abono, mimos, el escaso invierno la ha maltratado.


Marzo. El fútbol y el patio tienen una virtud común: puedo disfrutarlos cuando llega la pena o la tristeza o la lucidez; esa negrura que te turba y te invade y cierra las sonrisas y destruye la calma. No puedo leer, ni escribir en esos ratos. Esta tarde salí al patio a tomar el café pero no podía leer ni la poesía de Mary Oliver ni el diario de May Sarton. He arreglado dos macetas, rellenándolas con compost de equino. Tengo que comprar más, hay que rellenar todas las macetas para que cojan fuerza y crezcan bien en el nuevo ciclo que empieza ahora. He cortado con un cuchillo de sierra las hierbas alrededor de los aspersores. He plantado unas patatas del Mercadona que se habían puesto feas. Las he puesto en una maceta grande, sobre las hierbas que había cortado, sobre algunas hojas secas que he ido cogiendo por el jardín. He echado encima la tierra de una de las macetas que murieron en los pocos días que hizo frío, unas cintas, creo, que no tenía que haber sacado fuera. He dejado las patatas en el fondo, apenas cubiertas de tierra y las he regado un poco. Si brotan, iré llenando con lo que pille la maceta hasta el filo. Si todo sale bien, habrá algunas patatas caseras en julio. Nunca sale bien, pero es bonito intentar cultivarlas así. He lavado cortinas y arreglado un marco que se cayó y se rompió. He podado el otro galán de noche, que también se quemó por el frío. Me ha dado tiempo de salir con Milan antes de que empezara España, que jugaba en Málaga contra Noruega. Hace mil años vi en la Rosaleda a España contra Austria y acabé muy borracho. Me deprime muchísimo saber cómo viví toda mi juventud. Ganamos 2-0. No, perdimos 2-3. Jugó Martín Vázquez que era mi jugador favorito entonces. De La Fuente, además de las labores propias de un seleccionador de alto nivel, tiene que esforzarse en ser diferente a Luis Enrique para que la prensa de Madrid lo apoye. Hoy ha jugado desordenado porque ha puesto jugadores para un 433 sin querer jugarlo y hasta que ha salido Ceballos y a base de talento le ha dado criterio al juego, el equipo no estaba cómodo. Qué bueno es Ødegaard y qué suerte hemos tenido de que se haya lesionado Haaland. Joselu ha marcado dos goles y me he alegrado por él. Es el típico jugador que con un poco más de suerte hubiera tenido una carrera mejor. En el segundo partido del parón, nos pinta la cara Escocia destruyendo uno por uno todo el argumentario de la prensa madrileña. Salvo Segurola, que escribe un buen artículo.


Domingo, 12 de junio, 7:09. Escribo en el patio, con un coro de pájaros alrededor que están de buen humor porque hace fresco y es por la mañana y van a hacer cosas de pájaros. El móvil marca 21º y el termómetro del patio 19º. Hace una temperatura estupenda que durará poco: estamos en la segunda ola de calor de este año. 12 de junio, segunda ola de calor. Ayer hubo otra presentación en la librería. Vino Begoña Méndez y la presentó María Pérez. Begoña fue encantadora, amable y muy inteligente. María la presentó con coherencia e interés, sacándole partido al libro y logrando, las dos, que la conversación se hiciera corta y fuera muy interesante. Pero hubo poca gente y se vendieron pocos libros. Me dio pena, no por mí, el trabajo de prepararlo todo se compensó de sobra con la calidad de la charla, si no por la autora, la editorial, la presentadora, la librería, todo. Deberíamos haberlo emitido en redes y que al menos lo pudieran ver los amigos de fuera. Me gustaría haber tomado notas, pero me daba fatiga. Hablaron de romper los géneros desde la libertad para deconstruir la identidad de mujer, por un lado, y de la autoficción por otro. Debería leer este libro. Luego, hubo tercer tiempo y una sobremesa larga e interesante con un calor atroz cada vez que salíamos a la calle.



Marzo, me levanto y leo en un tuit de AEMET que este mes será anormalmente cálido. Las respuestas al tuit son de anormales que repiten los argumentos de la ultraderecha suicida: no es culpa nuestra, en marzo mayea, el tiempo siempre ha cambiado. Me preocupa, hoy, que el jardín sea imposible con las temperaturas que van a venir. Si llega a haber problemas serios de agua, se va a secar. Aunque el gasto es mínimo porque el riego está bien puesto y bien pensado, puede que llegue a ser un problema a corto y medio plazo.


Vuelvo a junio: acabo el libro de Momeñe. Tengo que volver a él. Como con Fisher, Sartori o Krukowski. Libros para releer, para tomar notas y para pensar. ¿Qué he sacado en claro? Que hay niveles en la fotografía: el de hacer buenas fotografías y el del arte son niveles diferentes. Que hay que dominar técnicamente la cámara pero que hacer fotos es más parecido a pintar cuadros o escribir un libro: hay una visión artística que se trabaja con estudio y dedicación. Dominar la cámara, leer sobre arte, ver libros de fotógrafos. Esta mañana he plantado tomates, pimientos y berenjenas. Muy pocos plantones de cada cosa: cuatro tomates de ensalada (dos injertados) más uno de pera, cuatro pimientos (dos italianos y dos rojos) y uno de Padrón. Un par de melones. He arrancado el granado que había en el huerto para transplantarlo y he pasado un mal rato por el miedo a hacerle daño, a que se secara. Estaba en muy mal sitio. Me he sentido culpable. Lo voy a poner en una maceta bonita junto al falso naranjo que recogimos de la basura y la enredadera que en el interior de la casa no prosperaba.


Martes, salgo a regar por la mañana temprano, todavía hace buena temperatura. Hace falta comprar una sombrilla, un par de sillas rígidas, alguna tumbona. Darle vida a este espacio. El coleo me mira preguntando cuándo va a ser su trasplante.


En la librería, J. C., un señor que me cuenta que tiene setenta y nueve años, me vacila sobre que tiene una biblioteca de noventa años, es muy amable y un poco tímido. Coge un tomo de la BAC y lo deja y se lleva la Historia de la Música de Turina y la Hª del reinado de los Reyes Católicos en una edición preciosa del Círculo del Bibliófilo. Por la mañana había venido con su mujer. Miraron un tomo de Colette y se llevaron varios libros. Al ir a pagar no habían traído la cartera. Me dio ternura verlos apurados, preocupados por lo que pudiera pensar sobre ellos, e hice todo lo que pude para quitarle importancia a la situación. Por la tarde volvió él solo, con la idea clara de mirar los libros con tiempo y comprar algo más. Qué alegría me da ver a gente de esas edades que siguen comprando y leyendo con la pasión del buen lector.


Vamos, al cerrar la librería, a una actividad del PAN de Ubú. Me gusta mucho el vídeo de Elliot Smith. Qué pena que no estuviera subtitulado. A veces, estas cosas, me dan ganas de leer a Franzen. Otras, me interesan porque me sacan de mi mundo conocido. No me da tiempo a leer todo lo que quiero leer.


Miércoles. Escribo muy temprano en el patio. Cinco minutos antes de ir a trabajar. La temperatura es ideal todavía. Seguimos en ola de calor. Baja un mirlo al huerto. Se ha dado cuenta de que estoy aquí y se ha subido a la casa de la vecina. Ayer estuvo S. N., querido compañero de la facultad y hablamos un rato. Qué diferencia entre el señor agradable y amable que sigo considerando mi amigo tantísimos años después de compartir facultad y la fiera liberal que es en Twitter. Las dos gatas me están mirando.


Abril del 23. Escribo en Pune, en la mesa de la cocina de un apartamento que me recuerda a la casa de Antequera en la que viví mis primeros años. En lugar de un patio andaluz con parras, hay una calle india con enormes árboles y esa luz filtrada por el verde de las hojas que amortigua el calor y el sol. M. prepara una clase en el salón y estornuda. May Sarton dice que “el sentido de un diario estriba en ese poder de atrapar los acontecimientos al vuelo. Y, sin embargo, el meollo no surgirá de la narración, sino del examen de la experiencia y del intento, al menos, de reducirla a su esencia.” El tercer tomo de sus diarios que acaba de salir me está gustando tanto como los dos primeros. Oigo a un cuervo cerca, me fascina como en esta ciudad hay tanta naturaleza y está tan presente. Aquí no cortan los árboles y son enormes.


15 de junio. Compro dos macetas de barro en forma de vaso de caña. No son las más grandes y costaban sólo ocho euros cada una (la más grande costaba dieciocho). He plantado el granado que saqué del huerto y me encanta como ha quedado. En la otra voy a poner la higuera que puso el Pequeño en una maceta azul de plástico que ha crecido bastante y tiene unos treinta centímetros ya. Entre las dos macetas, la enredadera que en el interior de la casa no acaba de prosperar. El falso naranjo va a ir a la pared de la cocina, aunque ahí da el sol de la tarde que en verano es, quizás, excesivo. Planto ocho lechugas, aunque en verano no están tan ricas como en invierno, crecen más duras y amargas. Voy a aprovechar la sombra de la lavanda que las protegerá del sol. No ha saltado el riego automático esta mañana, no sé porqué. En la librería estoy sólo con mi estrés. Me encanta trabajar solo y no me gusta nada trabajar con estrés. Preparo los pedidos, vendo, compro, al final me da tiempo a catalogar. Me planteo cómo funcionar en el futuro y la opción que más me atrae es trabajar solo, con un horario muy europeo con poco descanso al mediodía y cerrando a primera hora de la tarde. Sería muy arriesgado y contracultural pero muy agradable para vivir. Se me caen todas las plumas de la estantería. No encuentro la Parker de mi padre y me desespero. La encuentro.


Corpus. Estoy en el patio sin una tarea urgente concreta por primera vez en bastante tiempo. Me faltan goteros rojos. Abono con compost de casa los tomates y algunas hortalizas más. Ya no tengo las urgencias de estas últimas semanas en el patio y es más agradable salir sin un objetivo fijo, aunque siempre hay tareas sin hacer. Mañana nos vamos a pasar el fin de semana a Madrid. M. se va el lunes. El martes cerraré un ciclo recogiendo a Am. de Córdoba, que el año que viene hará el Erasmus en Nantes. Todo va a cambiar. Ayer coincidí en Underground con Juan Codorniú de Lagartija Nick. Tan simpático y amable como siempre. Le pregunto sobre el concierto que dieron en el Lemon con dos guiris mayores y me cuenta que son leyendas del primer punk. Me flipa cuando los músicos se juntan a tocar porque les gusta tocar. No pude ir. Me recomienda “Londres, ciudad ocupada”, sobre esa época. Debería buscarlo y guardar bien la referencia, supongo que estará descatalogado. Tengo que organizar una lista de lecturas con los libros que ya tengo comprados. Hago una pila con los libros. Le hago una foto. La subo a redes no sé muy bien porqué. En adelante, será “La Pila” de libros.


Queda muy poco tiempo para que M. se vaya a Pune y, a veces, como anoche, llega la tristeza. Pienso en cómo afrontar este tiempo, sabiendo que es poco. Vamos a Madrid en bus. No escribo diario en todo el fin de semana en Madrid. Cuando no lo hago pierdo el detalle que me asombra, la luz de un paseo, el orden de una librería. No me gusta. He vuelto con ningunas ganas de viajar en una buena temporada. El chaval de los 100 montaditos, las librerías, las calles llenas de gente por la tarde, por la noche, el ruido, el calor. Y la fiesta de Contraescritura con toda esa gente bonita e interesante de Twitter que al fin conozco en persona. Cosas que no existen aquí porque no me ha dado tiempo. Escribo un hilo sobre las elecciones. Tiene cierta repercusión; me gusta y me agobia a partes iguales. Hay colas enormes en la gasolinera low-cost, que es carísima también: a más de dos euros el libro de gasolina de 95. En la librería compro una cantidad ingente de libros. Ojalá se vendan rápido.


Tw: “No es un desastre. Desastre sería tener a la tarada de presidenta. Hemos sobrevivido a Aznar y Rajoy y éste no es peor (hasta ahora) que ninguno de los dos. Juanma no ha dado por saco y ha parecido un gestor normal y educado estos años y eso ha sido su triunfo.”


Tw: “Susana Díaz pactó con C's y no quiso pactar con P's e IU. 67 escaños tenía la izquierda andaluza (suponiendo al PSOE-A como partido de izquierda). De ahí viene la victoria de Juanma. Es irrelevante la división: en las tres últimas ha ganado el bloque que llevaba 3 candidaturas.”


Estoy cerca de Antequera, en la cafetería de una Cepsa. Hay un ruido como si un motor gigante estuviera sobre mi cabeza. Sólo quiero que saquen disco Napoleón Solo y Dolorosa y oírlos en el coche e ir a sus conciertos. Me aburre conducir. Iba a ir por la Carretera de Córdoba, por la nacional, porque son menos kilómetros y más divertidos, pero me ha dado nostalgia de M., de vivir y viajar con ella por nacionales y pararnos a hacer fotos y a tomar café y a leer en bares de carretera y he tirado por la A92. Me he equivocado en el único cruce que había. El día es como eran antes los días de verano en Cantabria, ese nublado que me encantaba cuando iba con dieciocho o diecinueve años a Torrelavega y paseaba hasta el pueblo desde Tanos, entraba en alguna librería, buscaba tiendas de discos y deambulaba. Es curioso lo feliz que fui en aquellos viajes y lo que me sigue encantando pasear por Torrelavega. Espadas en la radio del coche. Lo más inquietante es que no se plantean que pierden porque son iguales que el PP pero sin sus medios de comunicación. Ha salido el sol.


Miércoles, antes de ir a trabajar. Natacha me pide atención. El viaje de vuelta fue una larga conversación con Am. Me gustan estas conversaciones largas y tranquilas. Por la tarde trabajo en la librería. Resuelvo cosas y avanzo y logro que todo cobre una cierta forma, un orden. Me traigo un libro de Vikran Seth. Apenas leo estos días, quiero leer literatura india.


Se me rompe la taza azul de mis desayunos al lavarla. El asa cede mientras la enjabono y se destroza al caer contra el fregadero. Creo que la compré en la tienda antigua de menaje de la calle Alhóndiga hace casi veinte años. Me ha acompañado por varias casas y mil situaciones. Me ha dado una tristeza enorme: hay objetos que son significativos de un tiempo. Escribo sentado en una silla de plástico, en el patio, con un frío grande. Ayer compré tres sillas y una sombrilla. No estoy seguro de haber aceptado con la sombrilla, es demasiado chica, demasiado baja; las otras que hay son demasiado grandes, demasiado altas. Odio hacer cosas como comprar sillas. Ir a tiendas. Ver cuál es la más adecuada. Perder una tarde de lectura y huerto por algo así es una ofensa personal. Falta comprar la tela para cubrir los cojines del supuesto sofá de palés y cojines rescatados de la basura. Quizás pintar la mesa y el respaldo de palés de los cojines. Estoy robando este tiempo de diario, café y patio a la librería: luego tendré que correr.


Noche de San Juan. Siempre en la memoria. Qué pena no compartir con él todas las cosas. Que viera a Am. mayor, esta casa, la creación de este jardín, qué bien me hubiera venido su sabiduría, me encantaría aprender de él ahora. Que viera la pasión que siente el Pequeño por la naturaleza, tan parecida a la que él sentía. Hago cosas con el Pequeño en el jardín. Él transplanta y acabo siendo su peón para dejarlo todo ordenado. He transplantado yo el helecho de la ventana del escritorio que se secó en la ola de calor del año pasado. El cepellón principal estaba casi entero vivo y lo hemos respetado. La higuera en la maceta nueva alta, en forma de vaso. La maceta de la higuera a la ventana del escritorio, con el coleo, que ahí no le da el sol nunca. El incienso, que es la tercera maceta en esa ventana, está tremendo y huele muy bien. Ha quedado una ventana de macetas húmedas, de sombra, estupenda.


Viernes, hace frío, es temprano, me quedo fuera porque hay una calma tremenda. El gallo de los vecinos canta sin descanso. Oigo mis acúfenos con mucha claridad. Tañen las campanas con timidez en la iglesia, esa iglesia que me reconforta ver cuando vuelvo de algún viaje, cuando camino por los olivares que hay por encima del pueblo. Viene Trapa y me vigila, vigila el patio con aspecto burocrático: hace lo que tiene que hacer. El ficus ha explotado en brotes y vida como todos los años cuando lo sacamos en primavera y tiene aire y luz y un gotero. Leo a Sassoon: la cotidianeidad de la guerra. La presencia continua de la muerte vista por un chaval que es un poeta de veinte años y se ha encontrado con esa vida. Qué más da que sea poeta, salvo que supo contárnoslo desde allí. ¿Podría nuestra sociedad? Claro, la humanidad tiene una capacidad asombrosa para adaptarse. Quedaríamos destrozados y seguiríamos adelante, como muchos de ellos, y ellas, hicieron. Sobrecoge cuando intenta ver al enemigo, y lo logra, como personas. Al darle humanidad al muerto alemán, y al muerto inglés, complica la guerra. Destruye el belicismo. Las ocho, ahora si tañen en condiciones las campanas de la iglesia. Tengo que lijar y pintar esta mesa pronto. Me voy a trabajar.



Tw: “He puesto a Marías al lado de Beauvoir en la estantería de novedades y veremos a ver si no se lía parda.”


Viernes. Viene M. y vamos a La Ampliadora. Inauguran una exposición con fotos del curso que ha hecho M. sobre revelado de fotografía analógica. La Ampliadora es uno de esos proyectos que debe existir. Hacen barrio y hacen cultura. ¿Cómo logran ser viables económicamente? Me gusta mucho la foto de M. y la composición que ha logrado con el verso (“A veces la memoria es un puñado de tierra en el que hacer pie”) y el marco. El ambiente es agradable pero me siento muy mayor todo el rato. Me escapo a la Reja y pido una tapa de panceta. Viene M. con una amiga. Bromeamos con Pepe Reja. Sacan un póster con una foto de Miguel el carpintero. Ríete de los libros de Sajalín. Me gusta verlo ahí, colgado en el techo del bar, en una fotografía estupenda.


El sábado por la tarde vamos al campo del Príncipe a oír a Brenda Navarro y Andrés Neuman. Lo organiza la librería Tremenda. Hay bastante gente para ser un sábado por la tarde de casi verano y con calor, pero menos de la que debería, quizás, para lo bueno que es el cartel. Navarro dice que ella es partidaria de la ficción, que todo es inventado en “Ceniza en la boca”. Pienso, inevitablemente, en cómo hacer literatura escribiendo un diario y sin sufrir por pudor, sin lastimar ni la intimidad propia ni la cercana. También habla de la literatura del precariado, de los cuidados, de esa gente que no es clase media. De que detrás de casi cualquier cosa hay alguien que limpia, que cuida, que suele ser mujer y, muchas veces, migrante. Creo que hablar de esta gente, darle voz con perspectiva de clase a los nadie ya es importante. Quiero leer ese libro. Neuman defiende una postura más socialdemócrata. En un momento dado hace una broma, se le queda a medias, luego vuelve sobre ella y sonríe un instante, contento, como si lo preparado hubiera dado sus frutos. Neuman tiene un punto de distanciamiento que Navarro no tiene y que me aleja de sus tesis. Espero que vendan muchos libros. Esta mañana Pequeño lija la mesa de la terraza. Arreglo un poco el arriate de la terraza que ha sufrido por la rotura de la manguera de riego por exudación que tenía puesta. He comprado otra, en la web, no la encontré en los viveros y ferreterías cercanos, que llegará mañana.


M. se muda el miércoles, primero a Almerimar y luego a Pune. Saco un rato para el patio y es muy provechoso. Arreglo los goteros de la mesa de los bonsais, que se ha quedado con ese nombre y esa disposición. También, los de las macetas que hay junto al arriate. Esta semana llegará la manguera de exudación nueva y espero que el huerto y, sobre todo, el arriate, lo agradecerán. El riego es lo más importante en un jardín en Andalucía: gastar poca agua y lograr mantener vivas a las plantas durante los peores meses del verano. Leo a Sharon Olds, no me llega tanto como sus otros libros. Sigo leyendo, con paciencia, por respeto a ella, a su obra. Como cuando veo a Toni Kroos en un partido de Champions. Escribo el post, el capítulo, de marzo y me devuelve lo que ha sido la realidad de la temporada del Madrid, una gran liga salvo el día del Barça y varios milagros en Champions. La alegría ha tapado las muchas deficiencias del equipo. El libro de Sassoon tiene la dificultad añadida de estar impreso con un tipo de letra infame: prefiero que tenga doscientas páginas más y poder leer con soltura que este nadar entre algas y corrientes enfangadas sin avanzar. Además, hasta ahora, combina tediosos ratos de rutina en las trincheras con pasajes fantásticos en los que asoma su lucidez ante la guerra y la muerte y su poesía. Mañana espero acabar “Marzo” si logro robarle a la realidad un par de horas. Puedo permitirme la vida que llevo porque no gasto y mis hijos gastan aún menos que yo. Pero no gano el dinero que suele ganar la gente de mi edad que ha logrado estabilidad. Esto es un problema a medio plazo. Quizás el jardín es un lujo que no puedo tener, a pesar del poco gasto que supone. Más que no poderlo tener es saber que es un lujo desequilibrado con mi estatus real. Este año debería trabajar y ganar más.


Escribo en Pune, me he despertado antes que M. y he aprovechado un rato. Tengo el balcón abierto y entran los ruidos del tráfico de la ciudad que se va desperezando y los sonidos de la multitud de pájaros y ardillas que viven en los enormes árboles que hay por todos lados. Tengo el balcón abierto y la cámara de fotos preparada por si viera algún pájaro pero sólo los oigo. Llega una moto y aparca suavemente. Todavía no hace calor. El sol juega con las hojas de los árboles que no conozco y las ilumina casi en horizontal. Los brotes que han salido después de las escasas lluvias de las últimas semanas brillan tiernos, con un verde más claro. Mañana vuelvo a Granada, a la primavera.


Los lunes son días largos en la librería. He catalogado libros usados y he empezado la devolución de junio. Traigo libros que había llevado a la casa y que no voy a leer porque no me va a dar tiempo o no tengo perspectiva de leerlos próximamente. Salvo “Las maravillas” de Medel. Viene un córvido, se para en una rama a la derecha del balcón y cuando cojo la cámara, se va. También salvo a Seth y a Ishiguro. M. se preocupa por cómo voy a estar cuando se vaya. Mis amigos me preguntan cómo estoy. No me gusta la imagen de mí que veo en sus preguntas. Pero es cierto que hay una tristeza ahí, que está siempre, que viene de antes y estará después. M. hace cajas y empaqueta sus libros. El roomba limpia. Milan está inquieto. Se oye el silencio.


            Tw: “LOS ÁRBOLES NO SON FAROLAS. Hay que hacer un curso de ecología y 3% para concejales. "Cómo llevarte tu parte sin destruir el mundo ni la ciudad". No veo cosa más necesaria ahora mismo.”


Hay unas estanterías vacías en el dormitorio que marcan que este libro debería finalizar aquí. Su tiempo se ha acabado. Comenzó en setiembre del 19 cuando las pandemias no existían y acaba hoy con un armario vacío. Ahora queda volver atrás y escribir sobre lo escrito y sobre lo vivido. Aunque el proyecto nació con la idea de escribir doce post, trece en realidad, desde diciembre del 22 hasta diciembre del 23. Ver si este proyecto es, como creo, una unidad con lo que llevaba escribiendo en el diario, en el blog, en redes y con las fotografías que he ido haciendo, desde que llegamos a esta casa, a este patio hace tres años. Oigo “Desorden” pero sólo es una frase maravillosa. Nada del dramatismo de la canción ni en lo que escribo ni en lo que vivo. Pero no me resisto a la tentación de volver a oírla hoy. Teclearé un rato y colgaré un par de cuadros. Pasearé con Milan y cenaré tarde, en el patio, leyendo. Quizás edite fotos de marzo. Ayer fue un día muy triste, peor que hoy, pero vi un magnolio en flor por la mañana y, por la noche, en el paseo con Milan, le hice una foto que me gustó a una alcaparra.


Jueves, acaba el mes. Tengo una videollamada muy larga y agradable con M.. Hablamos de literatura y sobre lo que cada uno de nosotros está escribiendo. Ahora, en Pune, oigo como barren las calles, el canto de un kiel y el tráfico y los pitidos de la ciudad. El sol empieza a estar alto, pronto hará calor.

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