SEMANA 4. LUNES, 8.
SEMANA 4. LUNES, 8.
Sale el EP de Dolorosa y no puedo oírlo. Aguanto un volumen mínimo y no me llega. Lo intento por la mañana y por la tarde de nuevo. Me gusta mucho «Mi ciudad», probablemente es la que más me gustaría de las originales. Me alegra que Dolorosa sigan activos y que la pandemia no se los haya llevado por delante. La apuesta del EP es interesante: homenajear a cuatro mujeres que escribían y cantaban cuando era más difícil aún hacerlo. Voy a oír música estos días. Flojito.
[Dolorosa - Mujeres ]
Vuelvo a casa lentamente, con la conocida sensación de que el peso de mi cuerpo se ha multiplicado por mil. Milan me espera desconcertado y amable. Hay nubes en Sierra Elvira y una pancarta que nos recuerda el día que es en el dormitorio de arriba. Mis hijas son más valientes que yo.
Escribo oyendo a Dolorosa, Natacha está en la mesa, sobre unas libretas que escribí durante el año pasado. Juega con la libreta de ahora, que la tengo abierta. Está cerca, como todos estos días. Tengo en la espalda el dolor, justo en el centro, que me recuerda qué pasa y cómo estoy. Escribo por el mismo motivo que he salido al campo para un paseo de cinco minutos que se ha convertido en media hora: porque tengo que volver a hacerlo. Porque sí.
Pienso en el libro de Clara Pastor y lo primero es saber en qué momento de la enfermedad lo empecé, lo leí, lo acabé. Tengo diferentes recuerdos de los primeros cuentos, que leí sano, que de los últimos, que ya no. Recorro las marcas que dejé, las hojas dobladas, los subrayados y no sé dónde los leí. Vuelvo a la carta en la plaza y releo la carta y siento la misma empatía con los personajes: la niña del primer cuento, las parejas imposibles de otros. Los cuentos no tienen que contar vidas enteras, dicen, y aquí hay vidas enteras y es mejor. «Cuando Helena entró en la habitación en penumbra, todos los colores de acuarela del atardecer entraron con ella» Me parece bellísima esa frase. Lo acabé el 18 y hace 18 días tan solo. Y parece tanto tiempo.
[Clara Pastor: «Los buenos vecinos» Acantilado]
El sol brillaba en el campo que se había convertido en un campo verde, de primavera, sin avisar. Los nazarenos jaspeaban de morado el verde. las gotas de agua relucían temblorosas. El año pasado salieron poco antes del confinamiento. Este año ya están y no los he visto salir. Salir a sacar a Milan, que a veces es una obligación más, se ha convertido en un acontecimiento y en una tristeza porque no he visto la evolución del tiempo. Cuando veo lo verde que está, como brilla, cuántas hojas tienen los almendros, pienso en lo que no he visto, en los matices que veo cada día, durante cada paseo, y este año me he perdido.
Ayer hice fotos en el patio: estuve un rato grande de pie y en el exterior. Una abeja vino a las flores del melocotón y posó mientras hacía sus cosas de abeja y yo intentaba que todo cuadrara, enfocara y tuviera el sentido que deben tener las fotos y que nunca tienen. Logré alguna foto bonita, gracias, Abeja. Pero la foto que más me interesó fue de la purpurina brotando. Con la gran helada de enero se quemó entera y la maceta era un revoltijo de hojas negras, descomponiéndose. Y está brotando. Una hoja morada y tiesa.
Recuerdo el poema de Mary Oliver sobre la tumba de su perro. Lo leí el primer día, cuando pensaba que la alergia me había dado más fuerte de lo normal.
«Ella se pasearía de aquí para allá
por todo el campo
ㅤㅤㅤhasta regresar conmigo,
o me esperaría, o haría otras cosas.
Ahora está enterrada bajo estos pinos.
Por timidez no debatiré nada ni rezaré,
tampoco voy a enfadarme.»
Tengo que leer su otro libro. Me gustaron mucho, mucho, los mejores poemas del libro sobre los perros. Sabe de lo que habla cuando habla de perros y eso es sorprendentemente raro. Creo que a las poetas les perdono que tengan poemas malos pero no que no los tengan buenos. Me pasa igual con los mediapuntas en el fútbol. (Ay, Asensio). Y, quizás, con los grupos pop.
Milan duda al ver cómo me pongo las zapatillas. Me mira incrédulo. Me las he puesto con decisión cuando ha dejado de llover. Hay que hacer lo que hay que hacer. Si empieza a llover, me vuelvo. Un poco sólo. Hasta la higuera. Bueno, no hace falta llegar. Tengo que tener cuidado con no resbalar. Milan tira más fuerte que nunca. Dudo si coger o no la cámara y la cojo. Claro que sí. Y he salido.
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