domingo, 17 de noviembre de 2019


«Ayer salí al patio a las cuatro y media y no sabía qué había que hacer: pero sabía que había que salir. Salí, sin siesta porque en noviembre la siesta coincide con el rato de luz de la tarde, y me quedé parado, pensando qué hago aquí. Miré dónde daba el sol: tengo que hacer un mapa de sol del patio. Poco sol, mucho frío, demasiadas cosas alrededor. Sol de invierno, del que leería por la noche Pepo en su lectura: “sol piadoso de diciembre (…) esa forma precaria de vivir a lomos del invierno”.



Rutina: recoger las cacas de los perros, mirar qué ha crecido en huerto, hacer fotos de las flores (¡cómo están los pensamientos!), colocar las cosas que hay fuera de sitio, —que los pintores lo han desordenado todo—. Me doy cuenta de que mi planta favorita es el clavel enano que hay en una maceta junto a la entrada. Lo tuve en el apartamento, en la jardinera y ya tiene casi dos años. Las plantas tienen su historia y un poco de la nuestra. No es lo mismo una flor criada en casa que una recién comprada en el vivero. Pasa igual con los jugadores de fútbol. Apego. Genius loci.


Le estaba dando demasiadas vueltas al refugio de Milan y ayer no le di más. Busqué en el montón de los palés dos tablas rectas, que estuvieran ya separadas (no tenía ganas de buscar la machota y quería economizar tiempo, esfuerzos). Cogí los dos tableros de tablas de palé que había encontrado hace unas semanas. Medí el sitio en el que iban (debajo del futuro emparrado) y vi que taparían de sobra las camas de Anjana y Milan. Busqué tacos del seis y tornillos largos de madera. Dos agujeros con el taladro en la tabla, medidos a la misma altura. No tengo nivel, seguro que hay una app android que simula un nivel. La hay. Dos agujeros en la pared, sorprendentemente, salen perfectos a la primera. Nunca sabré qué broca hay que usar pero acierto (supongo). No tengo tornillos para fijar las escuadras, mañana buscaré. Esta semana hará frío y Milan necesita ya el refugio. El tablón acabará fijado por las escuadras a la tabla (que está atornillada a la pared) y se podrá bajar y subir según clima y necesidad: no ocupa el espacio que ocuparía una caseta para el perro. Todos los materiales son reciclados.


Dos nidos recuperados de otra casa, otra vida. Pongo uno en la pared oeste de la casa, junto al farol. El otro iba a ponerlo enfrente y cuando me subo pienso que no, que mejor en mis muros. Lo fijo en la parte norte del muro del dormitorio, en la zona que es de piedra. Parece que también acierto con la broca. Ojalá lleguen pájaros y los ocupen. Creo que los he puesto lo bastante altos y lejanos a tejados y cornisas como para que las gatas no se acerquen.

Hace frío y está anocheciendo.»


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«Por la mañana sólo hay 1ºC. Mañana lloverá y Milan se quedará en el patio. Abandono una biografía de Russell Page porque no me llega el interés hasta ahí y los libros hay que saber dejarlos. Tengo que acabar el refugio. Encuentro una barrena en la caja de herramientas. Tenía una de mi padre, con la madera negra por el uso y los años, el hierro oxidado. Quizás la perdí. Salgo al patio con las bisagras, los tornillos cortos, el atornillador, una hembrilla y la barrena. Le hago un agujero al tablón con la barrena y le pongo la hembrilla en la que engancharé una cadena liviana. El tablón quedará levantado por la cadena, a un agua. Pongo primero las bisagras en el tablón. M. me ayuda y las fijo en la tabla de la pared. Hoy sustituyo la cadena por una cuerda de esparto y la ato a la ventana. Otro día pondré la alcayata. Cubre bien la cama de plástico y el cojín. Empieza a caer sirimiri. ¿Orvallo en la tierruca? El día es muy gris y hay bruma.

Saldremos a comer. Anjana ocupa el refugio y Milan se conforma con el segundo tablón inclinado contra la pared.»

LANDA, Martín. (2029), "Diario de un patio andaluz". El Chaparral, Rojinegra ed. (Pág 11).

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