Sabía.
«Ayer
salí al patio a las cuatro y media y no sabía qué había que
hacer: pero sabía
que
había
que salir. Salí, sin siesta porque en noviembre la siesta coincide
con el rato de luz de la tarde, y me quedé parado, pensando qué
hago aquí. Miré dónde daba el sol: tengo que hacer un mapa de sol
del patio. Poco sol, mucho frío, demasiadas cosas alrededor. Sol de
invierno, del que leería por la noche Pepo en su lectura: “sol
piadoso de diciembre (…) esa forma precaria de vivir a lomos del
invierno”.
Rutina:
recoger las cacas de los perros, mirar qué
ha crecido en huerto, hacer fotos de las flores (¡cómo están los
pensamientos!), colocar las cosas que hay fuera de sitio, —que los
pintores lo han desordenado todo—. Me doy cuenta de que mi planta
favorita es el clavel enano que hay en una maceta junto a la entrada.
Lo tuve en el apartamento, en la jardinera y ya tiene casi dos años.
Las plantas tienen su historia y un poco de la nuestra. No es lo
mismo una flor criada en casa que una recién comprada en el vivero.
Pasa igual con los jugadores de fútbol. Apego. Genius loci.
Le
estaba dando demasiadas vueltas al refugio de Milan y ayer no le di
más.
Busqué en el montón de los palés dos tablas rectas, que estuvieran
ya separadas (no tenía ganas de buscar la machota y quería
economizar tiempo, esfuerzos). Cogí los dos tableros de tablas de
palé que había encontrado hace unas semanas. Medí el sitio en el
que iban (debajo del futuro emparrado) y vi que taparían de sobra
las camas de Anjana y Milan. Busqué tacos del seis
y tornillos largos de madera. Dos agujeros con el taladro en la
tabla, medidos a la misma altura. No tengo nivel, seguro que hay una
app android que simula un nivel. La hay. Dos agujeros en la pared,
sorprendentemente, salen perfectos a la primera. Nunca sabré qué
broca hay que usar pero acierto (supongo). No tengo tornillos para
fijar las escuadras, mañana buscaré. Esta semana hará frío y
Milan necesita ya el refugio. El tablón acabará fijado por las
escuadras a la tabla (que está atornillada a la pared) y se podrá
bajar y subir según clima y necesidad: no ocupa el espacio que
ocuparía una caseta para el perro. Todos los materiales son
reciclados.
Dos
nidos recuperados de otra casa, otra vida. Pongo uno en la pared
oeste de la casa, junto al farol. El otro iba a ponerlo enfrente y
cuando me subo pienso que no, que mejor en mis muros. Lo fijo en la
parte norte del muro del dormitorio, en la zona que es de piedra.
Parece que también
acierto con la broca. Ojalá lleguen pájaros y los ocupen. Creo que
los he puesto lo bastante altos y lejanos a tejados y cornisas como
para que las gatas no se acerquen.
Hace
frío
y está anocheciendo.»
———
«Por
la mañana
sólo hay 1ºC. Mañana lloverá y Milan se quedará en el patio.
Abandono una biografía de Russell Page porque no me llega el interés
hasta ahí y los libros hay que saber dejarlos. Tengo que acabar el
refugio. Encuentro una barrena en la caja de herramientas. Tenía una
de mi padre, con la madera negra por
el uso y los años,
el hierro oxidado. Quizás la perdí. Salgo al
patio
con las bisagras, los tornillos cortos, el atornillador, una
hembrilla y la barrena. Le hago un agujero al tablón con
la barrena y
le pongo la hembrilla en la que engancharé una cadena liviana. El
tablón quedará levantado por la cadena, a un agua. Pongo primero
las bisagras en el tablón. M. me ayuda y las fijo en la
tabla de la pared. Hoy sustituyo la cadena por una cuerda de esparto
y
la ato a la ventana. Otro día pondré la alcayata.
Cubre bien la cama de plástico y el cojín. Empieza a caer sirimiri.
¿Orvallo en la tierruca? El día es muy gris y hay bruma.
Saldremos
a comer. Anjana ocupa el refugio y Milan se conforma con el segundo
tablón
inclinado contra la pared.»
LANDA,
Martín.
(2029), "Diario de un patio andaluz". El Chaparral,
Rojinegra ed. (Pág 11).
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