martes, 12 de noviembre de 2013

Me llama para comprar libros
un señor mayor, con acento canario.
Lo imagino sin pelo, con gafas,
rodeado de libros amontonados.
Una vez me habló de una chica morena
que vio frente a la Facultad de Letras,
-era tan guapa, nunca le hablé-
hace más de cuarenta años.
Hoy hablamos del otoño,
cuando vivía en Granada,
aquel día que le dolía la espalda tanto
que no salía de la cama,
llegó un estudiante de medicina
y le obligó a levantarse entre chillidos.
Se fue a la calle,
era otoño.
Compró un libro de Ivo Andric,
lo leyó en el Café Granada,
-El Suizo-, le rectifico.
Lo leyó sin parar,
aunque dice que lee lentamente.
Lo leyó entero
y, ahora, cuarenta años después,
recuerda que fue
uno de los días más felices de su vida.

Y yo quiero regresar, envidioso, 
a mis cielos rosas
de Sierra Elvira.

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