Milan K.
El
primer paseo de Milan K. y Martin ocurrió a las 7:45 del 4 de agosto
de 2019. Hacía una temperatura excelente porque apenas había salido
el sol. Milan bajó con dificultad los escalones de la urbanización
y poco a poco comprendió que iba sujeto a Martin y que debía
permanecer junto a él. Cuando llegaron a la calle se paró y hasta
la rotonda de abajo fue con las orejas gachas y mirando preocupado a
Martin, preguntándose qué estaban haciendo y porqué se alejaban de
su guarida. En el parque levantó las orejas y decidió oler cada
cosa que se iban encontrando. No entendió el criterio de Martin que
en ocasiones tiraba de la cuerda y otras no. Martin pensaba en los
ciclos de vida y en el frío de los hospitales y en el concierto de
los Planetas. Milan al poco iba sincronizado a su paso con él aunque
se cruzaba por delante, por detrás. Un señor le preguntó que si
era un beagle: no, no creo, según la app que reconoce razas de
perros es un boyero de appenzell; aunque no lo sabemos, lo recogieron
de la perrera porque iba a ser sacrificado, nosotros lo adoptamos.
Qué suerte habéis tenido. Sí.
Martin
va cantando una canción del concierto y no recuerda si realmente la
tocaron o no. Milan sigue su paso y saca la lengua. En el concierto
hay gente extraña, de otros mundos. Lo que fueron y lo que son, lo
que vivimos ahora y lo que vivimos antes parecen disociarse y
convertirse en reflejos perversos. El neoliberalismo como
el-mundo-del-revés
que
engulle cada arte que se convierte en hegemónico. Quedan las
canciones, que unen lo de antes y lo de ahora. Un portal sonoro
mágico que nos lleva a lo que fuimos y nos llevará a lo que
seremos. Milan no se atreve a salir del asfalto y Martin no se atreve
a soltarlo. Intenta mantener un ritmo alto e ir por la sombra, aunque
sigue sin hacer calor. Martin recuerda que tiene que oír más al
Checopolaco. Una botella de whisky en el escenario. Qué vintage.
Dentro
de poco saldrán a andar por otro campo, desde otro punto de partida,
otra ruta en la que irán descubriendo cada rincón, cada árbol.
Parecido paisaje, las tórtolas, los aviones y las golondrinas, los
olivos, los almendros y sus flores tempranas, Sierra Elvira al
noroeste, la Sierra al sur, el peñón de la Mata al fondo. Martin
piensa en los ciclos de vida y en que -si todo va bien- Milan lo
acompañará durante la próxima década, miles de mañanas de
verano, de noches de invierno. Dentro de poco su paisaje vital
cambiará para siempre. Ayer vió una luna morada reflejada en el
cristal de una habitación de hospital. Hoy, un cachorro sale por
primera vez al campo. Esta mañana, en el hospital, leía a Zambra y
pensaba que cómo se puede escribir tan bien. Los Planetas no tocaron
la “Canción del fin del mundo” con la que despidió a su padre
ni “Cumpleaños total” que ejemplifica mejor que ninguna la
contradicción de estar dentro y fuera del régimen.
Dos
kilómetros y setecientos cincuenta metros en cuarenta minutos y
nueve segundos. Ritmo de cachorro de tres meses que va parando porque
ve un mundo nuevo. Un mundo que se va y otro que llega. ¿Qué
canción quedará esta vez?
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