viernes, 11 de abril de 2008

El autobús rojo.

Cada vez me cuesta más subirme en el autobús con la silla de playa. Es lo que más engorroso me resulta de acercarme a verte. Aunque ahora lleve tanto tiempo sin venir por el frío. Pero, mira, hoy es el primer día de invierno que huele a primavera y ya estoy aquí otra vez. Esta mañana me levanté, hice café y vi que no había helado nada. El sol estaba saliendo como si ya tuviera fuerzas. Me dije: Pepe vas a subir a verla, aunque haga algo de frío, aunque no haga falta, vas a subir a verla. Hice la cama, tengo que confesarte que ya no la hago casi nunca. La hace la chica que viene a limpiar una vez en semana, pero yo ya no la hago. Ya sé que la cama hay que hacerla todos los días, pero cuando tú ya no estabas, decidí que alguna ventaja tenía que tener y dejé de hacerla. Pero hoy la he hecho como si estuvieras.

Cogí el café, me lo llevé al dormitorio y enchufé la música bien fuerte. Ahora estoy oyendo muchas misas cantadas, fíjate, nunca fui creyente y en cambio sí que me gusta la música religiosa. Los vecinos, Marta y Pedro, ya no están, ¿te acuerdas que protestaban entre risas por el volumen de la música? Pedro murió el pobre, de golpe, a principio del invierno. Marta se fue, o se la llevaron, con su hija. Cuando somos viejos no nos dejan decidir. Seguro que Marta prefería seguir viviendo en su casa, no ahora, en casa de su hija. ¿A ti te gustaría vivir como si siempre estuvieras de visita?

Esta mañana estuve en la carnicería antes de venir a verte, sigo comprando donde la Juani, sigue pareciendo una chiquilla, pero me ha dicho hoy que este verano se jubila, que se queda con la tienda su hija. He comprado un poco de pollo. Juani me quería dar el pollo entero y le he dicho que para mí solo era mucho. Que tú ya no estabas. Ella lo sabía, en el barrio los antiguos nos conocemos todos. Fíjate, tantos años comprándole la carne y ya no estará, la niña es amable pero no sé, no sé. ¿Te acuerdas cuando empezamos a envejecer y nos parecía que todo había cambiado? Ahora no es que las cosas hayan cambiado, es que la mayoría han desaparecido. No debería de subir para contarte esto.

Tenías que ver los autobuses nuevos, te encantarían. Tú que siempre decías que había que usar el autobús. Están limpios, limpios, tienen aire acondicionado y calefacción. Eso sí, siguen siendo rojos. El color del autobús, es lo único que no cambia.

Qué buenas vistas tienes desde aquí. Se ve la Sierra que este año tiene mucha nieve. No, este año tampoco ha llovido apenas, pero ha hecho mucho frío y en la Sierra siempre nieva. Me gusta estar aquí, contigo, al sol y mirando la Sierra. El invierno ha sido tan largo. Aunque siempre intento hablarte y contarte cosas, cuando estoy sólo en la casa es como si estuvieras lejos y no me oyeras, aquí en cambio sí sé que me estás escuchando.

Esta mañana, en el autobús, he mirado a otra mujer, no, no me regañes, sólo ha sido porque me ha recordado a ti. A ti hace años cuando los domingos nos quedábamos en casa y te recogías el pelo en una cola. La piel blanquita, el pelo oscuro y la mirada dulce. Tengo hoy un día raro, no te creas que siempre estoy así. Será el sol que nos anuncia la primavera. He intentado ofrecerle el asiento y se ha negado. No, no quería ligar. Supongo que ha pensado que yo era un viejo. Me ha sonreído y se ha ido al final del autobús. Que no soy un viejo, sí, sí que lo soy.

Viene un entierro, me voy a ir. Me da cosa de que me vean aquí sentado en mi silla playera en un momento tan triste. Recuerda que el año pasado un chaval me dijo que si me creía que esto era la playa. Ya, ya sé que los vigilantes me conocen y que no pasa nada, pero no quiero molestar. Además la primavera ya va a llegar y vendré cada día. En el autobús rojo.

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