sábado, 3 de diciembre de 2022

 

Escribo sobre abril desde la tercera ola de calor del año, en un hotel de Lanjarón con un jardín maravilloso y fantaseando con pedir permiso al Ayuntamiento de Albolote para plantar árboles en la acera de mi calle. Acabo de ver en el pueblo un alcorque pequeño de unos treinta por treinta, cabe de sobra delante de la casa. Podría poner ahí algún cerezo o un limonero o qué sé yo. Lo investigaré. Sólo habría que quitar unas pocas losetas de la acera y llegar hasta la tierra. Voy a llamar al Ayuntamiento y proponerlo. O hacerlo; la autogestión siempre es mejor. ¿Romper aceras para plantar árboles es delito?




Tw: “He empezado el día haciendo el café sin poner la taza y, ¡oh!, se ha derramado un poco sobre la cafetera.”



Dos de abril, hace frío y hay una luz agradable en el patio. He perdido la mañana y no he logrado ponerme a escribir hasta el mediodía. Oigo a Billy Bragg y Natacha está tumbada en la mesa, junto a la libreta. Leo a Santoni en una sentada y saco muchas ideas interesantes: tener varios frentes abiertos para escribir, leer bien, leer esa lista de títulos. Quiero repasarlo; se queda en el escritorio junto a Mark Fisher. Este libro debería haberlo leído con dieciséis años. Y ahora. Inflexible, intolerante: esto hay que leerlo y esto y aquello también. Y no hay tu tía. No estamos acostumbrados a esa dureza, sin hacer concesiones ni retroceder. Escribir es un proceso trabajoso, muy trabajoso, que requiere enormes dosis de esfuerzo, inteligencia y pasión. No hay talentos mágicos, ni recetas mágicas. Sólo una larga carrera de trabajo y conocimiento. Pero es que la literatura pide eso. No hay otra forma de entenderla. No sé si soy capaz de dar lo que exige pero, quizás con demasiados años, demasiado tarde, he aprendido que es una ocupación total. Una pasión a la que dedicarle muchísimo tiempo y que impregna toda tu vida. Hay que leer y escribir todos los días y esto, si no es tu primer trabajo o no eres rico o jubilado, es muy complicado porque por buen horario que tengas las fuerzas de después de trabajar no son las mismas que las de antes de trabajar.



El Pequeño encuentra una yuca en la basura. La replantamos. Vamos al pantano y hace frío y sigo con los prismáticos a una garceta. Llega gente. Pienso y pienso y pienso en la librería, en cómo gestionar, repartir tiempos, crear estrategias. Leo un artículo de Mª Fernanda Ampuero y me dan ganas de leer sus libros.




Lunes. El hombre al que pillé robando un libro con tanto descaro como torpeza, vuelve. Me dice que no va a robar más. Igual está más deteriorado, más enfermo. No lo dejo entrar. Me dice que viene a comprar, a pedirme disculpas. No. Fútbol es fútbol. Pobre hombre. 



M. está enferma y vamos al PTS. Al salir de casa me enseña las flores del manzano: rosas, pequeñitas. Me quedo en la cafetería con uno de los peores cafés de todo occidente. Pasan médicos y grupos de médicos. No me dejan sentarme en la zona acristalada en la que me ponía cuando venía a visitar a mi madre, están limpiando. El césped debe de estar mojado y brillante. No es covid pero está enferma. 





Lo paradójico de leer -y escribir- un diario es que lo más interesante es la mirada personal sobre el exterior, estar contando lo que se mira sin contar lo que se vive porque sería burdo e impudoroso. En el mejor de los casos la propia escritura del diario te entrena la mirada para ver más, para analizar y pensar lo cotidiano. En el peor, te lleva al onanismo sentimental y autocomplaciente.



Ancelotti diseñó un equipo asimétrico con Valverde y Vinicius en la bandas con funciones distintas y casi opuestas y en lugar de desordenar a su equipo, lo compensó y desordenó al Chelsea. Tuchel complicó tanto su alineación que acabó siendo un galimatías. Con la plantilla que tienes: Havertz, Mount, Lukaku, los centrocampistas ideales para ese juego, grandes defensas, igual poniendo una alineación más sencilla, y uno de cada en cada puesto, el equipo habría funcionado mejor. Por suerte no lo hizo. La prensa dice que Benzema es otro jugador esta temporada que hace quince años. Pues claro. Ha pasado de ser un chaval de diecinueve años recién llegado al mundo del fútbol a ser un señor maduro que conoce todos los entresijos del juego y del mundo en el que se mueve. Las famosas diez mil horas que necesitamos para dominar cualquier labor, (que es mentira, ya lo sé), aplicadas al fútbol en un gran talento.



Vuelvo a Santoni. Hay que escribir todos los días. Bien. Hay que leer esos libros. Bien. Pero hay que trabajar. Quizás el primer consejo que tendría que venir en estos libros es: intenta tener unos padres o una pareja o una lotería que te mantenga alejado del trabajo. Pocas cosas peores para la creación literaria, para cualquier creación artística, que el trabajo remunerado en otra actividad. Formulémoslo de otra manera: escribe, y trabaja en escribir, todo lo que puedas mientras seas joven y no tengas ninguna responsabilidad con nadie, ni siquiera contigo mismo. No puedo volver, ni querría, treinta años atrás. Mark Fisher habla de esto y de cómo la precariedad neoliberal ha machacado la creatividad artística. Tengo que volver a ese libro.



Qué buena es esa lista de treinta libros y qué grande es Benzemá.



En cualquier caso es cierta la receta y más si eres pobre en horas: leer y escribir todos los días, todos los ratos son aprovechables, y la continuidad es un tesoro bendito.



Andreas Scholl canta a Dowland. He recuperado mi vieja colección de discos en mp3. Leo a David Ross en New Yorker sobre la música rusa y me cuesta entender los matices con mi pobre inglés. Llega Pequeño, salgo al patio y le explico cómo cortar la hierba con el cortacésped, que es de batería y no tiene bastante fuerza. Ayer le explicaba a Am. como limpiar de hebras las pencas de las acelgas. Me siento pesado y viejo cuando explico cosas. 



Vega en el teatro de la general. El espacio es magnífico con las butacas plegadas, no lo había visto así. Música comercial de calidad escrita por y para mujeres. Cuando ellas se cantan, nos sigue sorprendiendo. Hace diez años no hubiera ido a este concierto. Me alegro de haber salido de la burbuja indie, de la música guay. En casi cualquier concierto disfruto, veo, intento entender qué y porqué está pasando. Todas las canciones tienen un parón acusado y luego un cambio de ritmo, buscando más la fuerza y la intensidad que la belleza de la melodía. Me suena a rock and roll integrado en el sistema, bien hecho y bien interpretado. Como en cierta literatura escrita por y para mujeres su vida es parte del contenido. Vega lo cuenta y lo sufre y se rompe. Mi pudor sufre.



El martes 12 floreció un tulipán. Y el manzano seguía teniendo flores rosas. Hubo tanta gente como estrés en la librería y Tuchel salió con un 443 normal. Con los jugadores en su sitio. Y machacó al Madrid durante setenta y cinco minutos. Hasta que Carlo sacó a Camavinga, Lucas y Rodrigo. El Chelsea no supo aprovechar el hueco en el centro de la defensa y Modric comenzó a brillar cuando Valverde, Lucas y Camavinga equilibraron el duelo físico. Y luego, Benzema y Modric. De la Gran Generación ellos dos están al máximo nivel todavía. Qué grande es el fútbol y que maravillosa es la Copa de Europa.



Veo con poco interés el Atleti - City. Voy con el Atleti porque no quiero al City en semis. Pack completo de partido competitivo con tensión y gente escandalizándose en el Twitter. Oigo a Roddy Frame, un disco del 2002 que no había oído. Cuánta música por oír. “Over you” es tan bonita como triste.



Tw, 14 abril: “El City es clarísimamente favorito contra el Madrid. Modric, Benzema y Courtois contra todos. El objetivo del Madrid: llegar vivos a la última media hora en el Bernabéu y que surja el milagro. El de Pep, que no lleguen a ese momento con vida. Va a ser divertido, bueno no, PERO.”



Cambio el equipo de música de sitio y lo pongo junto al escritorio. Estaba en un mueble hecho a medida. Un error de tantos que cometí cuando vinimos a esta casa. El equipo de música tiene -algunos de sus componentes- más de treinta años y más de mil recuerdos (el amplificador que me regaló Juan, ay, un Kenwood que estaba de oferta y compramos 3 iguales por consejo de un técnico que venía a la Burbuja, uno de ellos se quedó en el pub y el otro, quizás, lo compró Novi) y me ha acompañado por varias casas y habitaciones. Oigo Radio Clásica. Tengo que hacer una antena para la radio. He visto en la red que se hacen con un cable de altavoz y se cuelgan en forma de T. Me falta colocar la tarjeta de sonido: no es esa palabra. El conversor. El cacharro para oír el sonido digital en el equipo analógico. No encuentro los cables ni su nombre. Lo primero no es culpa del Covid. (Es un DAC).



Día 15. Agotado. El resfriado que me ha acompañado toda esta semana, como el de M. pero menos malo, no se acaba de ir. 



Aquí dejé de escribir en julio, en Lanjarón. Estamos a finales de setiembre y julio y abril parecen tiempos lejanos. Pero de eso se trata. Volver sobre el tiempo vivido. Volver sobre las redes y el diario, escrito a mano, en libretas, con pluma. Me inquieta no haber tenido tiempo de escribir en verano, en vacaciones. Pero escribir este texto significa sentarme a un teclado durante un buen rato y eso no es tan normal. Escribir en libreta tiene la enorme ventaja de que lo puedes hacer en un rato perdido, en un café, en una esquina de pie o al llegar al coche. Pero este texto debe tener calma. 



Pruebo otra red: Mastodon. Tiene muchas de las cosas que necesitamos que tengan las redes pero no tiene gente. Es una mini burbuja. No tiene sentido todavía.



Vamos por la mañana al jardín nazarí de Vélez de Benaudalla. En el pueblo hay macetas por las calles. No es un pueblo bonito pero sí hay buen ambiente, la gente sonríe y tiene perros. El jardín ocupa la ladera de una colina y se divide en varias terrazas. Lo disfrutamos hasta que Am. se da un golpe y nos tenemos que ir. Cansancio.



Día 17. El cansancio era Covid. Me desperté a las dos de la madrugada con un ataque de tos y sensación de ahogo: “me ahogo”. Ibuprofeno y ventolín. No mejoraba. Por la mañana, muy mal, me hago un test. Positivo. Otra vez. Positivo según caían las gotas de líquido en el test. Llamo a urgencias y me dicen que vaya al hospital. Mandad a alguien. No. Ven en taxi. Dudé porque no me sentía con fuerzas para conducir y no quería meterme en un coche con nadie. Me animé. Conduciré lento y miraré al frente. Espero que nadie cometa un error. En peores condiciones he conducido alguna vez. Bueno, no. O sí. Llego intacto al hospital. Tratamiento completo, antibióticos incluidos. Por la tarde, mucho peor. 39’5º. Más ibuprofeno a media tarde. A la hora de la cena empieza a bajarme la fiebre: me he vuelto a escapar. Por la tarde veo el City-Liverpool entre brumas de fiebre. Por la noche Minnesota-Memphis. Un rato de Merlí con S. Por la mañana el final del Minnesota-Memphis. Me duermo y al despertarme han regresado algunas fuerzas. Durante la fiebre, notaba el dolor en cada músculo del cuerpo. Punzadas en los muslos, jaqueca fuerte, tos que rompía dentro. Pero mejoro muy rápido, sorprendentemente rápido. El Granada juega un mal partido y el árbitro lo remata con un penalti absurdo. Soldado no celebra el gol. 



Las hortensias están muy caídas por el sol. Me vengo arriba y las cambio a la cara norte de la casa, su sito de verano. (Con la ayuda de Pequeño: dos covid para mover una maceta). Riego porque lo veo todo muy seco, con la manguera.



Este año voy a comprar dos hamacas blancas y dos sillas rígidas blancas, que no sean caras pero estén bien, para la terraza. Y una sombrilla.



Día 19. Oigo el Réquiem de Verdi. Estoy muy cansado. Trabajo en la web de marca blanca desde casa. Es agotador. El 21 la damos por inaugurada. Falta mucho y no sé hasta qué punto va a ser rentable. Pero igual sí y hay que intentarlo. Saco a Milan. Pongo una lavadora. He recortado unas flores naranjas para el jarrón de la cocina. Como hacía May Sarton. No sé cómo se llaman, lo busco: son fresias. Están junto a la dama de noche en el arriate. Diferentes tonos de naranja con forma de estrella. No tengo fuerzas como para salir al jardín y hacer cosas. Sólo quiero estar tumbado. Sigo dando positivo en los tests. Trabajo por las mañanas. Paro a ratos porque el virus me puede. Mini siestas. Como mal, sin ganas. Por las tardes intento estar activo. 



Leo la “Parábola del sembrador”. Muy duro. No entro en la historia hasta la mitad y luego no puedo soltarlo y lo acabo. Voy a leer la segunda parte seguida. Muere un jornalero marroquí en la campaña de la fresa. En la parábola el objetivo de los obreros es trabajar por dinero. Aquí, ¿cuánto ganan los jornaleros de la fresa? Qué cerca tenemos las distopías y cuánto nos cuesta verlas.


El sábado me siento lo bastante bien como para odiar estar encerrado y lo bastante mal como para que la tos me recuerde que estoy enfermo. El tiempo pasa y no aprovecho nada. Días perdidos. Pierdo el tiempo en redes, me despisto, la aspiradora se rompe, el riego se rompe. Siento que este mes va a faltar dinero. La casa está desordenada. No quiero comer y menos cocinar. Siento que lo que escribo aquí carece de sentido y de interés exterior. Me había ilusionado con los post de los dos primeros meses y ahora lo veo repetido y absurdo. Voy a hacer espaguetis.



Coloco los vinilos. Me sorprendo de lo que tengo. No voy a poder comprar discos en muchos meses. No importa. Pongo Ziggy y me doy cuenta de que está ligado a la memoria de Álvaro. Discos como funerales. Aquella noche en la sierra cuando lo tocaron Cápsula y no me esperaba nada. Tantas discusiones con él. No sé si el disco que tengo es el suyo. Creo que sí, que se lo cambié por uno de Triana. El del gato. Me gustaría tener también el del gato. Forrado por él con plástico adhesivo. El primer vinilo que me compré, en Callejas y voy y lo cambio. Aunque fuera por el Ziggy. 



Domingo. Discuto con M. y todo parece derruirse alrededor. Me siento tan débil que tengo que aceptar que este año va a ser de economía de guerra en todos los frentes: emocional, laboral y, sobre todo, económico. Hacer cada cosa poco a poco y bien. Estar tranquilo y no sufrir. Leo sin parar a Octavia Butler. Acaricio a Milan. Leo. 



Lunes. Viene el Pequeño y está bastante enfermo. Me da muchísima pena verlo así. Menos mal que está vacunado. Menos mal que estoy vacunado. Sigo cansado. Cada vez hay más trabajo acumulado pendiente. Viene la feria. 



Miércoles. Doy negativo. Pequeño también. Voy a la librería y me parece irreal, me encuentro a la defensiva, como si la calle pudiera conmigo. La sensación de debilidad y temor me puede. Ver que el test es negativo me da miedo. Miedo al Mundo. Voy a pasear con los perros. Qué difícil es no rendirse. Lo natural es dejarse llevar, aceptar la derrota, sumirse en el sueño, esconderse. En qué pocas ocasiones, en la vida normal, nos obligamos a ganar. Hay pocas, muy pocas, ocasiones en las que la única opción es luchar hasta el final y no rendirse y suelen ser ocasiones en las que, realmente, poco vas a lograr.



Paseo con los perros como terapia. Nada nuevo. Terapia física para recuperarme y terapia intelectual: obligarme a mirar el campo, el paisaje. Obligarme a pensarlo. Intento hacer esas fotos imposibles que nunca logro hacer. Entender a los perros: porqué y qué hacen. Mirar los pájaros y las plantas, esas flores moradas de los cardos que dan ganas de vivir. Pensar cómo fotografiar las amapolas aunque nunca salgan bien las amapolas. 



Es setiembre. Natacha está tumbada junto a la libreta naranja de la primavera. Me entristece volver a abril. El disco de Arleta se ha acabado y oigo otra recomendación de Warren Ellis, de “El chicle de Nina Simone”. Alice Coltrane no me gusta tanto.



No vuelvo a escribir hasta noviembre. Hace frío y la chimenea está encendida. Me cuesta ponerme con este texto porque no me pongo y así es como la pescadilla vuelve a morderse la cola. Pero este fin de semana voy a acabar abril. No he ido al fútbol, al campo, porque tengo ganas de estar en casa y siempre me falta tiempo para estar aquí: leer, escribir, salir con Milan al campo, acariciar a Trapa, abrirle la puerta del patio una y otra vez a Natacha, cocinar para la semana que viene. Me faltan horas. 



Tw, 27 abril: “Si Elon Musk tuviera la presión fiscal de los años 60, no podría comprar Twitter y en USA habría sanidad pública y educación pública.

Y no es mucho más complicado que esto. 

Gracias, Thatcher; gracias, Reagan; gracias, Wojtila.”




Abril acaba triste, en silencio. Thiago fue elegido mejor jugador de la semana en la Champions. Oigo a Itzhak Perlman. Quitar el Spotify ha hecho que vuelva a oír obras que me gustaban, a músicos con los que me siento en casa. Los perros me miran y me esperan para salir de paseo. No salgo al jardín, todavía no tengo fuerzas. Empiezo a leer las memorias de Sassoon. Hay una ola de calor en India como la de “El ministerio del futuro”. En India.



[CONTINUARÁ]








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