viernes, 11 de marzo de 2022

 

Camino con Milan y Anjana, está casi anocheciendo y la gama de azules del cielo va del celeste al negro, con tonos dorados y bronces detrás de Sierra Elvira y en el Peñón de la Mata. Los almendros brillan blancos en la semi oscuridad y el campo está reluciente con las lluvias de los últimos dos días. Mientras camino y decido cuánto y cómo voy a andar, pienso en qué voy a escribir sobre febrero. Cuando decidí a principios de año hacer un post sobre cada mes consideraba que los meses eran largas extensiones de tiempo con muchos temas a tratar y que no me faltarían cosas que contar ni tiempo para contarlas. Error. Estamos a día 4 y me parece un éxito si acabo este post en dos o tres días. No sé qué contar y creo que contaré lo mismo que en enero. En febrero sólo ha comenzado una guerra en Europa y hemos sufrido un febrero muy cálido que nos recordaba que el cambio climático está ahí, impasible. La Tierra permanece (qué gran novela) pero es más que probable que en grandes extensiones de terreno la vida humana se vuelva imposible y la lucha por los recursos será terrorífica. Guerra y cambio climático. Los recursos del gas en Ucrania.

“No hable usted de los perros sin salir del cortijo”. Me dijo Mariano a principio de mes. Y todavía sigo dándole vueltas. Aquella tarde -es viernes- en la cafetería de mi pueblo, me doy cuenta de que soy el único que está solo. El único que lee o escribe. Me siguen sorprendiendo la cantidad de copas que se beben a estas horas. Hay unas pocas familias merendando, algunos obreros con el cacharro de después del tajo y un par de jóvenes con pinta de estar en la universidad. El sitio del pueblo donde me siento más cómodo es en el campo, entre los almendros y los olivares. Y en mi calle. Y en el super. Pero me gusta venir a la cafetería y hacer lo que quiero hacer. Café. Libro. Libreta.

 


Hablo con M. sobre la emigración. Ella tiene doble emigración, como yo. Supongo que emigrar es una más de las heridas de cualquier vida, como el desamor o la muerte de personas muy queridas, muy cercanas. Puede quedar como una pequeña cicatriz cerrada y curada o seguir siendo una herida abierta, por curar. Pero ahí está, afecta. Por eso tantas veces fantaseo con irme a vivir a Cantabria o a Capileira.

 

Domingo por la tarde, salgo sin ganas al patio y él me sorprende y me anima. Están naciendo todos los bulbos que planté en otoño: los croqus, los iris y los jacintos. Faltan los tulipanes. Podo los rosales más grandes sin saber si lo hago bien. Me siento continuamente un impostor en el patio. Cómo disfrutaría ahora si pudiera hablar con mi padre, con Juan sobre estas labores. No sé si es tarde para podar ya, todo está brotando. Llegará, como ya ha llegado, el mal tiempo y si hiela habré podado demasiado pronto; si no hiela, demasiado tarde. También podo la hortensia de verano grande. Saco compost y lo mezclo con posos de café de la Goma, abono la bignonia y la glicinia (que parece que van a brotar ya). La madreselva que recogimos de la basura ha cambiado esta semana, llevaba meses parada, recuperándose y de pronto está llena de brotes verdes y hojas nuevas.

 

            El 15 de febrero asomó una flor del melocotón y el Madrid completó un partido desastroso en París en El Primer Partido Del Siglo De Este Año. No sólo vimos a Mbappé con una superioridad impactante sobre el juego y el partido si no que el Madrid jugó como un buen equipo pequeño. Como esos Ajax u Oporto que son difíciles de ganar y compiten porque tienen oficio y sabiduría pero no les llega el talento o la edad de sus jugadores. Demasiado jóvenes, demasiado mayores. El Madrid podría tener en plantilla a Di María y Mbappé y prefirió a Bale. Podría tener a Achraff y lo tuvo que vender. Han tomado muchas decisiones clave mal tomadas y las Champions anteriores y, luego, el derrumbe del Barça lo han tapado todo con la aquiescencia de la prensa más sumisa y reptil de Europa. En la M30 hay fuego periodístico para la España periférica e izquierdista y vaselina para los oligarcas locales. Puede pasar cualquier cosa el miércoles porque fútbol es fútbol, el Madrid es el Madrid y están Modric y Karim. Pero no creo, no creo.

 

            M. Fischer: el anticapitalismo está insertado en el realismo capitalista y no molesta, es parte necesaria de él. El cinismo de “todos los políticos son iguales” es la más capitalista de las frases.

 

            Tengo que hacer una gestión y voy en coche al centro: he cambiado dos paseos por Granada por dos atascos. Como Florentino cuando vendió a Cristiano y no fichó a Mbappé para conservar a Bale.

 

            ¿Cuáles son las cosas que nos hacen tener una vida digna?: el calor del amor, la contemplación de la belleza, la risa de los amigos, la lucidez de buscar el conocimiento, el respeto hacia uno mismo. Hemos borrado el concepto de alienación de nuestro imaginario. No está, no lo expresamos así. A veces lo transformamos en desprecio clasista: siempre hacia abajo. Helen Macdonald cuenta en “Vuelos vespertinos” que cuidar pájaros en casa está cada vez peor visto -lo está- e ir a ver pájaros, mejor. El libro es una serie de artículos y reportajes sobre naturaleza: como si Félix Rodríguez de la Fuente fuera una señora inglesa del siglo XXI. Helen nos lleva a ver pájaros a la terraza del Empire State, a un desierto en Chile o a contar los cisnes del Tamesis. Con la sombra permanente del cambio climático. Y dándose cuenta de que nuestra relación con la naturaleza está marcada por nuestra clase social. Normal que hable de “Kes”. Qué buen libro y, en cierto sentido, qué optimista. No es, quizás, tan literario ni tan profundo como era “H de Halcón” pero lo he disfrutado muchísimo.

 

            Oigo a Simon y Garfunkel en el winamp de la tienda. No uso Spotify. Apenas redes. Nick Cave, los Beatles, Corelli y Kortatu cuando necesito guitarrazos. Y Chopin.

 

            El 17 de febrero, a las ocho y cuarto, mientras paseaba con Milan, la Luna apareció, de repente, al final del camino que hay entre los olivos, como una gran bola de luz y vida. Me dieron ganas de quedarme sentado y fumarme una pipa, allí, en medio de la nada y la noche.

 

            Los bulbos están saliendo pero hay que regar a mano. Es viernes tarde y corto el césped y luego riego. Lentamente, con la manguera. Me llaman por teléfono. Se acaba el mejor momento de la semana. Campanula. La planta que compré de oferta y puse entre el mandarino y el galán es una campánula. Quiero conocer el nombre de cada planta del patio. Le pongo cerca dos tejas boca abajo para que los perros no las destrocen al jugar con la tierra. Me fijo en los lirios: están perfectos. En otoño les quité todas las hojas secas o rotas y los aboné.


 

            He leído dos horas. Viernes de padre con hijos que se están haciendo mayores y dejan tiempo y necesitan tiempo. Leo el diario de Marsé que he tardado meses en leer y me ha interesado muchísimo. ¿Por qué ha pasado desapercibido? Cada vez me pasa más: dejar un libro bastante tiempo y leerlo luego. Saber que está ahí, parado, pero que lo voy a acabar porque le voy a dar su tiempo. Tengo que leer las novelas de Marsé. Leí Teresa… hace años y no me interesó tanto. Creo que no la entendí bien.

 

            Sábado. Compro periódicos y apenas puedo leerlos. Vamos al Cubillas. Vemos una curruca -mal, lejos- y luego una garza real y una garceta. Hago fotos y la única que me gusta es la de un gorrión ¿gorriona? que mueve las alas. Juega el Granada: pocos ratos buenos y una enorme falta de alma. Luis Suárez y la sombra del Milla que esperamos.

 

            Domingo. Charca de Suárez. Voy con el Pequeño, entramos en los observatorios y los dos queremos estar mucho tiempo. Hablamos lo justo, hacemos fotos, compartimos lo que vemos. Hay nubes y no hay demasiadas aves (como habrá en primavera) pero no hay pocas. Hay un campo lleno de flores de iris amarillas. En el chiringuito de enfrente el café está bueno y son amables. Nos ponen una tapa de migas con su mosto y mi café. Hay grandes cristaleras y detrás está el mar. Un hombre pasea con un perro. Cogemos una guía de aves y hacemos una lista de los pájaros que hemos visto. Identificamos diecinueve con seguridad.

 

            Hoy es 9 de marzo y este post me recuerda cada vez más a la paradoja de Aquiles y la tortuga. Oigo a Anna Netrebko que es, hostia ya, rusa. En un par de horas estaré viendo el partido. No me da tiempo a acabar.

 

            Casado hace un órdago y no va hasta el final. No puede, no le dejan. Y queda como lo peor que puedes quedar en este país: un traidor. Ha traicionado a los suyos. Ha denunciado corrupción en un partido en el que todos tienen algo que esconder o conocen a alguien o algo. El hermano de la Gran Diva Liberal se llevó un cuarto de millón en comisiones mientras morían mil personas al día y sus amigos cayetanos hablaban de libertad y acosaban a los políticos de izquierdas. Casado pierde y está muerto antes de darse cuenta de lo muerto que estaba. Ayuso pide venganza y de Galicia baja otro político de derechas con fama de moderado. Lo peor: no me parece ni tan mal ante el esperpento. Si Podemos sirvió para estirar el sentido común hacia la izquierda y llevar al debate público problemas que no eran privados, sino políticos; Vox les sirve para que el PP nos parezca moderado. El hermano se queda con su dinero, ella con su cargo. El PP, con su vergüenza.

 

En la Palma del Condado hay un área de autocaravanas que está llena en febrero, me sorprende. Al salir, en Chauchina, pasamos por una gasolinera: nunca había pagado tanto por el depósito de la auto. Hoy sería peor y como no acabe pronto el post, puede que tenga que pedir una hipoteca para llenar el depósito. ¿Cuánto dinero, nivel de vida, cuánta vida, nos están quitando la gasolina y la luz?  Tengo un pincho USB con música de siempre y cosas nuevas. Lo oigo con el random de todo el pincho y paro cuando salta un disco que me apetece. Están Califato, los Beatles, Bartoli, Magnetic Fields o el disco de los nocturnos de Chopin que recomendaba Alex Ross en su blog y que tanto he oído este mes.

 

            Pongo la auto a 99 km/h y me aburro. El sol en los ojos. No hay verde en los campos. Antequera. Paramos en el Arahal: clásico restaurante de carretera, grande, con mucha madera y dos perdices disecadas en la pared de detrás de la barra, entre las botellas de licores. Carta de tapas. ¿Cuándo vamos a acabar con las tapas gratis y sus desgracias? Ensaladilla rusa y croquetas de puchero. Todo es casero y está bien cocinado.

 

            Pasamos por Sevilla y me dan ganas de volver. Hay mucho tráfico en la salida hacia Huelva.

 

            Buscamos churros de papa en la Palma del Condado. El pueblo me recuerda a Sevilla o a Antequera. Se nota que les faltan tres siglos de musulmanes o les sobran tres siglos de castellanos. Una iglesia con azulejos, bares con muchos hombres, limoneros. Las churrerías están cerradas.

 

            Hay veces que viajas para volver a la infancia o para recuperar lo que dejó de existir. Vamos al paraje de la Huerta del Hambre en busca de algo así. La naturaleza es atlántica: pinos, verde, humedad. Hay casas abandonadas, vencidas y otras arregladas, bonitas, algunos invernaderos, campos con restos de plásticos y trozos de bosque de pinos. Todo el muestrario de lo que el capitalismo te puede ofrecer en un campo andaluz. Muchísimas placas de alarmas en las puertas. Apenas pasan dos coches. Algún perro nos ladra. Las pocas casas que tienen jardín los tienen frondosos y cuidados. Hay un seto de flores naranjas que no conozco, zonas de verde-prao que me recuerdan a Cantabria. Mirar como miras: acompañar.

 

            Huelva, avenidas anchas con muchos bloques y mucha vegetación. La carta de tapas del restaurante me hace salivar. Me lío y pido un risotto y en cuanto lo traen me doy cuenta de que me he equivocado. Donde fueres, pide lo que piden los que son de allí. Que no está malo, pero no es choco. Tarta de galletas y chocolate de postre: maravilla.

 

            Punta Umbria: llegamos a la playa y el Atlántico es imponente. El sol, un círculo rojo entre nubes bajas. La arena es muy fina y hay muchas conchas. En la auto, el Madrid de Laso pierde otro partido. Luego, Sharon Olds:

“era el final del mundo, que se extendía

como el silencio cuando dejas un amante

que es imposible, pero al que quieres,

o la tranquilidad del día antes de que

muera tu mejor amiga”

 

            Amanece y el mar es gris y las olas blancas. Hace frío y suena la calefacción.

            Volvemos a Huelva. Churros de papa: se le ha acabado la masa y no hay hasta mañana. Los churros normales están muy ricos. El chocolate, que el hombre ha preparado soluble, está buenísimo. El hombre, muy de Huelva, protesta cuando pedimos azúcar para los churros. Los como mojándolos en el chocolate. Creo que contaría con la aprobación del señor churrero. Andamos y vemos sitios importantes en la memoria de M. Pienso en mi infancia y no tengo un sitio al que desear volver. La casa de Ma en Antequera. El bar Roma en Torre. La papelería de Pepe en la Chana. Pasamos por la placa que recuerda que el Recre es el decano y que allí se levantó el primer campo de fútbol de España. Vemos un par de librerías. Una tiene un fondo interesante. No compro nada, quiero leer lo que ya tengo en casa, en la auto. Nos tomamos un café ecológico en una terraza. Un señor con pinta de ser de Ciudadanos habla por teléfono sobre libros antiguos y nosequé cultural. Pienso en el postureo y la verdad.

             El Muelle del Tinto es una estructura de metal que servía para cargar el mineral que llegaba de Río Tinto. Hace sol y caminamos por un monstruo de madera y metal sobre el mar. Hay grupos de chicas que hacen tik tok. Un hombre explica cosas cerca nuestro y pienso en lo ridículos que somos los tíos tantas veces. Intento hacer fotos usando de marco geométrico la estructura del muelle pero no lo logro, nunca logro estas imágenes que tan claras parecen en mi imaginación y tan lejanas están en las fotos.

 

            Mientras tomábamos una cocacola pasó un hombre que podría haber sido mi hermano. Si la vida… Me ocurre a veces, de repente pasan personas que podrían ser whatifs de mis hermanos. Como si en este universo hubiera otras posibilidades que recuerdan que la vida podría haber sido diferente, mejor.

 

            Me sorprende la cantidad de gente, de vida, que hay en las calles, en las plazas. Hay muy buen ambiente. Veo un par de grupos de yonkis, como en los ochenta. En el centro no se ven.

 

            El sol entra por la ventana izquierda, como una luz naranja tenue difuminada por las ventanas empañadas. Delante, por el hueco de los asientos, está la playa. A mi derecha hay varias furgos y autos. Esta playa se convirtió anoche en un peculiar poblado de turistas. Los pájaros que había el día anterior, se han ido. No hay ya currucas en los árboles. Leemos sentados sobre una toalla en la playa. Milan está alerta. Comemos en el chiringuito, la primera comida en dos años con camareros sin mascarillas. Al fondo, por el este, se ven delfines saltando. Hablamos sobre la economía de la atención. Me gustaría volver a leer blogs, leer a los periodistas y escritores que sigo en twitter pero sin twitter. Damos un paseo por los pinares, el rastro humano, de las furgos, es lamentable. No puedes dejar papel higiénico y muchísimo menos, toallitas, en un entorno natural. Tarda en descomponerse (el papel, las toallitas no se descomponen) y ni los animales, ni los demás humanos tienen que ver tus desperdicios. Si hemos aprendido a recoger (bueno, en casi todos los sitios) las cacas de los perros, ¿por qué no llevar bolsa si vas a usar como retrete un entorno natural? ¿a nadie le da vergüenza dejar un campo así? Volvemos por la playa y en el chiringuito hay un grupo de versiones. Tocan “Chica de ayer” y otras peores. Ahí nos hemos quedado como civilización.

 

            Rayo - Real Madrid. El Madrid está muy justo y algunos jugadores claves están muy lejos de su forma. Ay.

 

            En Punta Umbría aparco delante de la puerta de una casa de una señora que está pintando y oye la radio en un idioma que me parece eslavo. Mientras viajamos por Huelva y pensamos que la gasolina está cara un dictador ruso ha invadido Ucrania. Una guerra en Europa en una situación muy principios del siglo XX. Cosas que ya creíamos que no podían pasar, como las pandemias. Tenemos ahí el cambio climático pero no dejamos de tener los terrores de siempre. No estar apenas en redes significa lejanía para la mayoría de las noticias. He abandonado los medios de comunicación tradicionales: no veo la tv, por desgracia no leo apenas periódicos en papel y su lectura en la red es mucho más desordenada. Sí oigo mucha radio en el coche y en el insomnio. Al verla, pienso que la señora parece triste.

 

            Al fin comemos churros de papa. Están muy ricos. El chocolate vuelve a ser excelente. Damos un paseo hasta la ría. Hay muchísimas aves y no he cogido la cámara. Casas de pescadores con barcas de pescadores delante. La ría brilla. Más adelante está la lonja y el puerto deportivo. Me gusta menos esa zona. Café. Leo a Mark Fisher y no sé si lo acabo de entender bien. Creo que voy a volver sobre el texto cuando lo acabe para repasar las ideas clave. En tiempos, llamaría a eso estudiar. Pero igual no tengo edad. Qué interesante es. Nos quedamos a comer en Punta y en el primer restaurante que vemos tienen libre una mesa por una hora. Ensaladilla de gambas y choco frito. Hoy sí acierto. Media de coquinas para compartir. M. toma bacalao al douro. La mejor comida del viaje, muy bien de precio. No recuerdo el nombre del restaurante.

 

            En la siesta, el Sevilla atropella al Betis hasta que me duermo. Qué nivel más alto tienen en estos ratos, qué buen entrenador es Julen y qué bueno es el Papu, que se lesiona. Vamos hasta el Rompido y tenemos dificultades para aparcar. Nos acercamos al puerto y el sol se pone con una belleza increíble mientras me siento tristísimo y casi me avergüenzo de estar haciendo fotos. El viaje acaba y vuelve la vida normal. Leo “El puente de las artes” de Meurisse y me encanta. Quiero leerme todos los libros que menciona, me bajo las fotos de los cuadros que va contando y las veo con detenimiento. Leer a Zola y a Proust y a Balzac. Este año decidí hacer una lista de lecturas pendientes e imprescindibles o muy deseables para leer con más orden (además, de la pila de libros pendientes normal) y hoy, diez de marzo, va por cuarenta y tres libros anotados de los cuales he acabado uno y tengo cuatro empezados. Bien.

 

            La semana en Granada transcurre entre rutina y estrés. Llueve un poco. Leo el libro de Aguilera sobre el Granada: una crónica periodística sobre los tres años maravillosos. Se nota el buen oficio del autor y la lectura es ágil y tranquila. Cesan, por fin, a Robert Moreno. Quizás es el claro ejemplo de como puedes llegar a altos niveles profesionales sin que se note tu incapacidad. Me recuerda a esos autores que publican en editoriales molonas pero tienen el pequeño problema de que los conocemos, por edad, por vida o por contactos y digan lo que digan, hagan lo que hagan, no son creíbles. Ni un minuto merecen.

 

            No hay dilemas morales en Ucrania: malditos los que invaden, los que bombardean, los que juegan con las vidas ajenas como si fueran números en una estadística. En Kiev, como en Bagdad o en Belgrado. Siempre. En la izquierda algunos están tan sensibilizados con las cosas que hacen los nuestros (El método Yakarta, La doctrina del shock), que se les olvida que hay tipos detestables que no son nuestros. Sigo a Morenatti en Instagram pero me pueden las fotos que ponen. No puedo verlas. No quiero ver imágenes del sufrimiento de los demás. No las necesito.

 

            Han abierto una nueva tienda de jardinería cerca de mi casa. Un espacio enorme con espacio alrededor. Fantaseo con una librería en un espacio así. Con un jardín exterior y un interior enorme con miles de libros perfectamente ordenados en un par de niveles. ¿Por qué en jardinería es viable y en cultura no? Compro un par de plantas de hinojos y unos rizomas de flores y unas petunias. Voy con el Pequeño al Cubillas y discutimos porque llamo hide al observatorio de aves y él no está de acuerdo, prefiere observatorio o mirador. Nos quedamos un rato allí, apostados y de repente aparece una pareja de águilas pescadores. No nos dan las cámaras pero sí las vemos bien con los prismáticos. Café en el club de la UGR. Una bandad de cormoranes desfila jugando y nadando delante del café y el libro. Leo a Fisher y veo pasar a los invitados a un bautizo que hay en la parte de arriba. Me siento un extraño.

 

            El Granada juega un rato bien y luego juega muy mal. Perdemos. El Madrid arrolla a la Real y parece un equipo europeo de primer nivel. El PSG no es la Real. Olds entierra compost para plantar un árbol y escribe un poema sobre eso. El patio está lleno de flores: jacintos, claveles, primaveras, margaritas, croqus, pensamientos.

 

Mark Fisher cree que el capitalismo crea falsas expectativas diciendo que cualquiera puede llegar del mítico garage-neo a ser Bill Gates y eso es falso. Y es falso. Pero un sistema social sano lo que haría es tomar las medidas necesarias para que nadie ni pudiera ni quisiera ser Bill, ni Amancio, ni Florentino.

 

            El miércoles por la tarde, mientras hablaba por teléfono, vi un brote en la parra del patio; un rato después, el PSG fue muy superior al Madrid durante 75 minutos. El sobrevalorado portero italiano cometió un error de juvenil sobrado y la presión de Benzema desencadenó la mística de la Copa de Europa. Fue una presión pero podía haber sido un incidente con el público, un cambio en el viento o un trueno lejano. Cambió el espíritu del partido cuando ya parecía decidido y Troya había vencido. Tres goles marcó Ulises en un instante eterno. Una superioridad aplastante de veinticinco minutos. El Madrid es el Madrid y la Copa de Europa es lo más grande que hay. Modric y Benzemá. No hay libro que explique mejor el fútbol que “Homero, Ilíada” de Baricco.


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