domingo, 10 de mayo de 2020

Un fracaso. Intenté hacer una foto de la rosa blanca y tenía un pétalo un poco roto, manchado. La foto no estaba del todo enfocada, el fondo no era tan negro como se veía en el móvil. Un completo fracaso. Y sin embargo, había belleza ahí. Ahora, cuando acabe de escribir este post, volveré a salir, a intentarlo.

No pasamos de fase. He leído los baremos del ministerio, algunos artículos de varios periódicos de diferente línea editorial, he leído algunas redes (pocas, que estos días hay tantos bots que cansa hasta bloquearlos), y tengo que confesar que no tengo ni idea de porqué ni qué. Supongo que hay un poco de todo lo que se dice, tenemos irresponsables que han salido, que se han contagiado y que no respetan las normas que nos han dado. Los tenemos, qué duda cabe, pero quiero creer que son pocos y que la mayoría de la gente, hasta para saltarse las normas, tiene cierto cuidado. Pienso en qué medios tenemos, en qué hospitales, en cuántas médicas de atención primaria serán necesarias, cuantas enfermeras y cuantos centros de salud. El de mi pequeño pueblo, lo han cerrado. (No es más que un hecho, lo han cerrado, tendrán sus causas). Pienso en los recortes que sufrimos en 2008, desde 2008, en la ratio de camas por habitante. Qué complejo es tomar estas decisiones, qué difícil debe de serlo. Qué gran responsabilidad tomar decisiones en las que está en juego vida y hacienda de tanta gente. Ojalá acertemos, ojalá.



La semana ha transcurrido -en la librería- entre la alegría de algunos reencuentros y la pena de la lejanía, la pena del miedo, del no poder dar manos, besos, abrazos. El miedo está ahí. No debemos contagiarnos, no debemos. Y el miedo al miedo. No podemos dejar que esto nos cambie, nos vuelva más mezquinos, menos generosos, más cobardes. Me niego.

He vuelto a hablar de libros y de la única actualidad y la librería ha recuperado la luz de las luces del escaparate y la persiana estaba bien alta y durante toda la semana ha hecho sol y buen tiempo, como un dulce presagio de que van a venir tiempos mejores. Pero una buena botica de pueblo necesita varias voces y ahora las tertulias siempre son de dos: el librero y otra persona. No se puede y no se debe entrar más de una persona a la vez en la librería. Resulta tan raro mirar la calle Gracia y verla tan vacía y, a ratos, ver a clientes que aguardan mirando el escaparate, con su mascarilla, como si estuviéramos todos en una representación distópica de un colegio enloquecido.

Pienso en Europa, en la Gran Europa de Kundera y Zweig y en la pequeñita y triste del Constitucional Alemán, Merkel y el primer ministro holandés. He leído “Escupir en la iglesia” sobre si cabe un apoyo al brexit desde una izquierda populista y me ha gustado los debates que propone y algunas de las respuestas. Cómo no ser europeísta si el horizonte son Kundera y Zweig (o Tomás de Vitoria y Cervantes), cómo ser europeísta con el espíritu de Merkel y Blair.

No pasamos de fase y pienso en los amigos de la Bella Kurva, el Panonia, la Goma, Cósmica, el Ruido. Tardarán más en abrir y tardaremos más en ir a verlos. Aguantad, que os necesitamos. El sábado vuelve la Bundesliga y veré el primer partido como si fuera el inaugural de un Mundial entre España y Argentina. Mañana abriré la librería a las ocho. La plaza de Gracia estará desierta y las palomas confusas. Intentaré que los libros os lleguen en tiempo y forma. Intentaré que la librería esté bonita y desinfectada. Intentaré hacer mi trabajo lo mejor que pueda. (Esta semana me han dicho que soy trabajador: qué cosas más raras provoca una pandemia). Voy a salir a hacerle una foto a una rosa blanca. Igual no es un fracaso, igual ahora es así.

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