Eco construye una broma de 150 páginas para decir que el final es una broma pero que no lo es. Que la forma de que no nos escandalicemos de que el rey vaya desnudo es sacarlo desnudo cada día. La normalidad poco escándalo tiene. Si todos cobran sueldos en negro, qué mas da que el presidente del gobierno cobre en negro.

He estado a punto de abandonarla tres o cuatro veces. Qué poco interés tiene contar una parodia de un periódico durante más de 100 páginas: me crié leyendo El País y miradlo ahora, ¿qué parodia nos puede entretener? Ha merecido la pena no dejarlo.

Fahrenheit 471 me impresionó cuando la leí hace poco no porque queman libros sino porque viven en habitaciones de telerealidad. Porque los media son nuestras casas y conforman la realidad. Si en la tv pública admiten que existió Gladio qué importa que Mussolini estuviera en Argentina o en el Vaticano. Si los gobiernos democráticos admiten que había que “fingir” atentados y contratar nazis qué mas da un poquito más o menos de corrupción.

(Ya, ya, es una novela antigua y el librero este que se cree que va a descubrir a Eco ahora pero que tenía ganas de contarlo).






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