jueves, 10 de julio de 2014

La peor derrota de toda la historia de todo el fútbol de todos los países de todo el mundo. Siete a uno en tu casa, en tu mundial, por el que has desplazado ciudadanos, apaleado manifestantes y renunciado a tu estilo de juego. Todo forma parte de la misma basura ideológica: el hombre es un lobo para el hombre, lo importante es ganar y son pobres porque no quieren trabajar. Ordenad esas frases como queráis.

Me recordaba un amigo el 2-6 del Madrid de Juande. No, no es comparable, cuchilladas de esas ha habido y habrá siempre; son heridas entre hermanos mal avenidos e imprescindibles. La peor derrota que recuerdo del Madrid fue en las semifinales de Copa de Europa en las que el infame portugués salió a defenderse en el Bernabeu. El Barça nos puede ganar y nos puede golear, ya nos vengaremos más pronto que tarde; pero nunca, nunca, puede lograr que no pensemos en ganar, el Madrid puede ser goleado siempre y cuando intente luchar y ganar hasta el último minuto. Algo así ha hecho otro impresentable con el honor brasileño. El país de Garrincha, Rivaldo, Jairzinho, Sócrates, Zico y todos esos dioses no se puede presentar en su mundial para ganarlo por penaltis o ayudas arbitrales. Repasas la alineación brasileña y sólo dos jugadores cabrían entre los cincuenta mejores de su historia, tal vez en el tercer equipo. Alemania recogió el testigo del juego de la España de 2010, de Holanda en el 74, de Francia y Brasil en el 82, de Hungria en el 56. Muchos de esos equipos no ganaron, (gana sólo uno cada cuatro años, recordémoslo), pero a todos se les recuerda con admiración. En un deporte que es tan importante para tanta gente porque permite tantas lecturas de todo tipo no debería de descartarse buscar la victoria a través de la gloria. Pero claro, lo importante es ganar y toda esa bazofia y luego te meten siete.

Kroos ha hecho un mundial fantástico, uno de los mejores del mejor equipo, Di María, también, el mejor de un equipo con terribles carencias. Uno llega como el gran fichaje que es y el otro se irá, esperemos que no, sin que nos expliquen qué motivo futbolístico puede haber para desprenderse de una estrella de ese calibre. ¿No sale bien en las fotos?

Van Gaal cometió una genialidad es en cuartos. Sacó a un especialista con el que previamente había preparado la escena para los penaltis. Un tipo de dos metros con cara de que acababan de insultar a su madre y que sabía que habían sido los jugadores costarricenses. Reinó el desconcierto, los ticos miraban a un lado y a otro y perdieron el partido mientras pensaban qué hacía y porqué el iracundo entrenador rival. En cambio, contra Argentina, (y sin saber si había otros motivos que lo justificaran), tomó otra decisión igual de arriesgada pero que resultó suicida: eligió para el primer penalti al central de Aston Villa, que había jugado un buen partido sí, pero si con 29 años eres central del Aston Villa nadie debe dejarte tirar un primer penalti de unas semifinales del mundial. Y luego lanzó Messi.

Messi puede ganar el mundial que lo llevará al cielo de los cuatro grandes cuando ya parece un exjugador o al menos, es sólo una sombra de la estrella que fue. (O está enfermo o lesionado y no lo han contado: ojalá sea un problema concreto y recuperable y volvamos a verlo, a sufrirlo, en todo su esplendor) Messi antes arrancaba y los defensas se desplomaban a su paso, ahora lo intenta y choca, le rebota el balón, tropieza… algo se perdió, esa centésima de segundo que hace que pongas el pie antes, que arranques antes, que llegues antes, esa centésima ya no está. Puede seguir siendo una súper estrella hasta dentro de diez o quince años, hasta que se aburra de jugar,  porque conoce el juego como nadie y puede jugar sin moverse de una loseta y quebrará a uno y a otro y enviará balones a la red con la obscena facilidad de siempre. Pero ya no arranca en largo porque sabe que no puede, ya no es capaz de ganar Champions contra las mejores defensas del mundo, contra una defensa como la que se va a encontrar el domingo a las nueve de la noche. El mejor equipo del mundo contra el mejor jugador del mundo.

Se está acabando y me queda la sensación de no haberlo disfrutado lo suficiente, no haber visto más partidos con más atención. Ayer vi que en la revista Líbero habían puesto un calculador de cuántos mundiales te quedaban de vida. No quise saberlo.

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