domingo, 21 de abril de 2013


Candela vivió olvidando. Cada rastro suyo, cada mueble, cada color, cada esquina fue despojada de recuerdos, de la vida que juntos le habían dado. Y de golpe, vio en el espejo la mirada que él adoraba. Quiso borrar sus ojos. Eso le decían tras el accidente: olvida, vuelve a empezar, vive. Miró la mesita roja que compraron en un rastro y que ella había pintado de negro. No quería seguir olvidando.

La mirada que él amaba estaba en el espejo. La mirada que le pedía en cada fotografía, en cada caricia. Todo el estúpido entrenamiento para el olvido se había ido detrás del vapor del baño. No podía seguir olvidando.

Cuando despertó del accidente le dijeron que olvidara y, sin fuerzas, se había dejado llevar. Ahora sabía, al verse tras el espejo que en sus ojos, en su reflejo, estaba la vida que a él le quedaba.

Se acostó y esperó a que el sueño la llevara.


Octubre 2012 - abril 2013 .
Microrelato para el concurso del Museo de la Palabra.

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