miércoles, 15 de febrero de 2012

En 1979 las Brigadas Rojas secuestran al presidente de la Democracia Cristiana italiana y cuarenta y cinco días después lo asesinan y dejan abandonado su cuerpo en un coche aparcado a mitad de camino entre las sedes de la DC y el PCI. Moro iba hacia el Congreso en el que se iba a votar una moción de confianza de un gobierno que contaba por primera vez con el apoyo del Partido Comunista Italiano.

En los cuarenta y cinco días que permanece secuestrado, Moro envía varias cartas a los miembros del gobierno y a sus compañeros de partido en los que pide, y argumenta de una forma notablemente lúcida, que se ceda ante las BBRR y se intercambien prisioneros como si de una guerra se tratara. Revela que él mismo ya había tenido que tomar en consideración ese problema y había accedido a liberar palestinos en situaciones que lo aconsejaban. El dilema moral es obvio: según Moro el principal cometido del estado es salvar vidas inocentes, en este caso la suya. La DC italiana y los demás partidos, salvo el PSI, se niegan a la negociación. Es inevitable recordar al asesinato de Miguel Angel Blanco en España. ¿Se puede ceder ante un grupo terrorista para salvar una vida? En principio nos han acostumbrado a decir que no. ¿Y por qué no? Sin entrar a juzgar, por que tal vez sería injusto y no viene al caso, a los que tomaron las decisiones en el momento, personalmente preferiría que Moro y Blanco estuvieran vivos, no creo que las negociaciones hubieran debilitado la seguridad de ningún estado y, por supuesto, me importan más las dos vidas inocentes que los intereses del Estado.

El libro de Sciacia recoge sólo el punto de vista del prisionero a través de sus cartas. Un testimonio en el que argumenta a favor de la negociación. Sciascia nos cuenta como el estado, el gobierno y la opinión pública dejan de creer en Moro y como lo declaran pre-muerto en el momento en el que ya nadie lo rebate con ideas. La descalificación se hace sobre el hecho de que al ser prisionero ha dejado de ser un hombre libre y ha dejado de tener visión de estado. En resumen: el prisionero es una molestia que escribe cartas y se niega a morir sin protestar.

La investigación policial, (recordemos: Moro está cuarenta y cinco días en un piso de Roma), es un desastre. El partido de Moro ni se plantea la negociación, ni siquiera como método para ganar tiempo e intentar la liberación. La oscuridad envuelve convenientemente todo el caso, aquí empiezan a sonar ecos de otros asesinatos convenientes como el de Olof Palme. Recordemos más: estaba a punto de votarse un gobierno que contaría con el apoyo del Partido Comunista Italiano que siendo el segundo partido más votado de Italia, nunca llegó a participar en el gobierno durante toda la guerra fría.

El libro contiene un relato cronológico de los hechos y el informe que la comisión parlamentaria, que preside el propio Sciascia, redacta sobre el asesinato. Se echa en falta más información sobre el secuestro, sobre los secuestradores y sobre el momento en general. Se echan en falta tantas respuestas que el libro parece más una puerta de entrada a un problema que una fuente completa de información.

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